En el circo dicen que la idea fue del payaso Pastillita. No querían más dinero ni mejoras laborales. En realidad no se conocían sus pretensiones. Parece que el asunto comenzó cuando un chico se asustó del maquillaje fuerte de Pastillita y éste, en lugar de ganarlo a fuerza de pura simpatía como corresponde en estos casos, le soltó un buuuuuuuuuu que el niño cambió por buaaaaaaaaaaaa. Y ahí comenzó la revuelta.
Una hora más tarde ningún payaso trabajaba y el que podía, asustaba a cualquiera del público. Incluso con gestos soeces no exentos de lenguas libidinosas o pitos catalanes. Aguantaron la presión de los patrones y ni siquiera los irascibles enanos lograron parar la huelga. Los domadores aprovecharon para salir con las mujeres barbudas y los leones se plegaron al paro, puesto que querían dormir únicamente.
Finalmente se formó una asamblea. Se presentaron 11.222 payasos, y algunos vinieron de tan lejos que el maquillaje se les borró y la suciedad les tapó los colores de sus trajes. Por suerte para ingresar, a modo de carnet, bastaba con la nariz de payaso.
Pastillita quiso empezar a hablar pero los payasos, hartos de tanta seriedad, comenzaron a reírse de él y le tiraron bollos de papel y le amagaron cachetadas para que Pastillita se agachara y repitiera el movimiento. El barajuste fue tan desbaratado y el bochinche tan abochinchado que llegó la policía y reprimió con carros hilarantes y perros malhumorados, lo cual empeoró la cosa. Los padres del menor que aún seguía haciendo buaaaaaaaa querían sangre de payaso y entonces le formaron una rueda de reconocimiento con cinco payasos que resultó una fantochada, porque ninguno era Pastillita. Una periodista le recriminó al Payaso Cabezota la falta de cohesión y claridad para definir los puntos del reclamo payasil. Le dijo que al movimiento le faltaba conducción política. Cabezota le dio un piquete de ojos y al grito de buuuuuuuuu levantó
(Dedicado al que esté triste)