martes, 30 de junio de 2009
Esos amores livianos
que nunca levantan vuelo
Lo cual me resulta muy extraño
siendo como son (livianos)
Tal vez una llamada
Quizás una salida
Prohibido “necesitos”
(mucho menos sugerirlos)
No se puede contar con ese amor
charla escasa, pelis nuevas
y miradas que se escurren
a otras mesas
otros ojos.
Y si pinta la ocasión
Un encuentro de caricias en lo oscuro,
sin te amos ni te quieros
por supuesto, con condón.
Es que uno nunca sabe
Qué hacen esos amores livianos
Cuando se van.
viernes, 26 de junio de 2009
Llega el Mudo a ADN: ¡TANGO!
Es que está llegando el Maestro. Nos puede gustar algún cantor más que otro, pero Carlos Romualdo Gardel es como la "vieja": ¡no se puede hablar mal de él!
Aunque claro, como hay quien no quiere a su madre, también está el que no acepta a Gardel. Pero es difícil de entender. Ya conocemos los grandes éxitos del Zorzal, otro día hablaremos de él. Hoy nos detendremos en dos tangos que hablan de la ropa. Es que la "pilcha" es muy importante en la milonga. Y si la pobreza impera como en aquellos tiempos, mejor camuflarla. Al fin y al cabo con la indumentaria es la primera señal que damos sobre nuestra "situación" .
"Aquel tapado de armiño,
Ambos tangos son de la época de la Gran Depresión. Pareciera que la miseria es aceptada, pero no en el vestir. Cualquier sacrificio es válido para mejorar la pilcha y generar una falsa ilusión de bienestar. Me gusta lo que me hace reír: "Y mirá este pobre mozo cómo ha perdido el estado, amargado, pobre y flaco como perro de botón" ¡es cierto! los perros de policía no son felices... Y que la fama de gigoló estuviera afirmada en el smoking y no quien lo lleva, me encanta. Fetichismo extremo probablemente el de esta letra, pero es el triste reconocimiento de que uno puede ser solamente la ropa que viste. Terrible, cruel verdad, pero la vemos a diario. Y si no, reparemos en la actitud de los uniformados, cualquiera sea el uniforme que llevan...
martes, 23 de junio de 2009
La suerte de un cantante
Lo hace muy mal, sólo tiene tres canciones
Y se ríe todo el tiempo
Me parece que se ríe de la gente somnolienta:
“yo soy libre, ustedes no”
Hace frío y el andén está repleto
Y él se ríe, con su burla es estridente;
hace mucho que lo veo
cuando voy para el trabajo.
Es feriado, bajo al metro con mi hija
y ahí está.
El se ríe y desafina sus canciones
(tres canciones que ensordecen)
Ella frena para verlo y yo me callo
Nada digo de la historia, ya lo observa
Yo no aguanto y le pregunto
Qué? te gusta?
Es gracioso por su risa me contesta
Pero no, canta muy mal
es lapidaria
Suficiente para mí, habló vox dei.
Desde ahora me preparo para hacerlo
Unas pinzas, una bolsa, unas tijeras
Lo que sea pero el próximo feriado
es mi deseo
Que se calle el cantor.
sábado, 20 de junio de 2009
La Menor Idea presenta...ADN: ¡TANGO!
Nos escribe nuestro querido amigo Hermann Burmeister de Villa General Belgrano para preguntarnos:
“Marcelo, Ud. que tanto ama al tango, por qué no nos cuenta a los que sabemos poco cuáles son los que le gustan y por qué?"
Eso sí: resistiremos la tentación de hablar sobre los diez tangos más conocidos, porque creemos en esta casa que habiendo tantos y tan hermosos, a ellos hay que dejarlos descansar, al menos veinte años: Volver, Caminito, El día que me quieras, Naranjo en Flor, Mi Buenos Aires querido, por ejemplo, serán respetuosamente omitidos en esta recordación. Buscaremos caminos menos transitados...
Señoras y Señores, a lo nuestro.
Hoy presentamos: “Tres puntos” (Milonga con Letra de Luis Alposta y música de Edmundo Rivero)
¿Qué ha sucedido aquí? Nuestro alto ("lungo") protagonista está en graves problemas. Tiene un solo traje y trabaja mucho (“yugaba como un buey”) La familia es difícil: un niño enfermo ("mordido por la polio") y una mujer histérica. En la casa, reina el hambre…Este señor es corredor de comercio, una especie de viajante diría yo, y el poco dinero ("guita") que gana, termina para remedios en la farmacia. ¿Quién puede vivir así? El hombre dijo basta y un domingo a la noche (nótese el momento elegido) decide la muerte ("espiche") de la familia entera. ¿De qué manera? Abriendo la llave de gas ("le dio manija")
Ya se acerca el final de antología, la clave que explicará todo. Antiguamente en Argentina había un juego llamado “Prode” (pronósticos deportivos) que consistía en acertar el resultado de trece partidos de fútbol, lo cual era harto difícil. Los premios eran millonarios. Normalmente el número promedio de aciertos era entre seis y nueve puntos. Si se tenía un poco más de suerte y conocimientos se podían sacar diez u once, por ejemplo. Ahora lo que resultaba tan difícil como sacar trece, doce u once puntos, era no sacar ninguno, o muy poquitos. Ni a propósito se podía conseguir. Y sacar dos o tres puntos era vergonzante. El momento del protagonista es el siguiente: harto de trabajar como un buey para que sólo le alcance para remedios, muerto de hambre, decide pedirle ayuda a la suerte y juega al prode. Es domingo a la tarde, momento en que cualquier mortal se plantea ciertas angustias metafísicas. También es la hora en que terminan los partidos de fútbol. El hombre viene angustiado, pero aún tiene una esperanza, la boleta de prode que jugó…Y el destino lo premia con…¡tres puntos! Entonces, impotente, le da manija al gas…
Notas del Editor
Lamentablemente el musicalizador que auspicia este blog, se empecina en almacenar pocos tangos. Ya hemos elevado la queja correspondiente a Mr. John Patrick Mc Enroe, quien desde su penthouse de Manhattan nos asegura que se está abocando a la solución del problema.
El análisis de la milonga corre por exclusiva cuenta de La Menor Idea. Cualquier error interpretativo o de otra naturaleza que algún lector detecte, le agradeceremos que nos los haga saber, aunque se trate de una mera diferencia de opinión.
Aceptamos todo tipo de interrogantes; y si está a nuestro alcance, lo responderemos. Excepto uno: si alguien pregunta por qué le decían a Rivero “El feo” nos negaremos terminantemente a responder (y eso que nos esmeramos en buscar una foto que no lo desfavoreciera demasiado)
Muchas gracias
jueves, 18 de junio de 2009
Periplo de Rayuela (II)
domingo, 14 de junio de 2009
Periplo de Rayuela
"Andábamos sin buscarnos pero sabiendo que andábamos para encontrarnos" Julio Cortázar (en la edición de Rayuela que tengo efímeramente, lo dice en la página 15)
sábado, 13 de junio de 2009
En la administración
-Disculpe caballero ¿Me podría indicar la salida?
“Zeus no podría desatar las redes
La garganta del Sr. K se secó nuevamente. Miró a su alrededor para asegurarse que el sujeto le hubiera hablado a él…
- Perdone si lo interrumpí, sólo quiero saber cómo salgo de aquí…
“No habrá nunca una puerta. Estás adentro
viernes, 12 de junio de 2009
Caballos salvajes
paciendo por los llanos
del norte o del oeste
de la tierra sin alambres;
sin monturas sin aperos
sin jinetes
ni desfiles militares
Dueños de su tiempo
Orgullosos invictos
Sin carreras sin espuelas.
Detrás de las pupilas apagadas
del caballo viejo
Que recoge las miserias
frente al carro del paupérrimo
Veo el alma victoriosa
que resiste que recuerda
los inmemoriales tiempos
no vividos
De la libertad.
martes, 9 de junio de 2009
Fue primicia de "La Menor Idea": Kafka no era kafkiano (al menos, no todo el tiempo)
Los especialistas en análisis literario de LMI lo vienen sosteniendo en las entradas del Sr. K y desde antes también: Don Francisco podía ser simpático, mujeriego y juerguista, y sus escritos no. Sin embargo pasó a la historia como un personaje sufrido, solitario y torturado. Siguiendo con la sección "recomendados no vistos por el recomendador", les vamos a sugerir un libro que aún no hemos leído, aunque en este caso nos salva el hecho de no haber llegado a nuestras librerías: "Cuando Kafka vino hacia mi" (Acantilado), que recoge 45 testimonios de personas que conocieron a uno de los grandes, pero grandes de la literatura de todos los tiempos. Repasemos qué dicen algunos según nos ilustra Xavi Ayen del diario La Vanguardia:
"¿Kafka? ¡Sí, hombre, el señor aquel con que me fui de juerga!" "Era mi antiguo novio" "Qué hombre más guapo, alto y con aquellos ojos grises!" "Hum, llegaba siempre 15 minutos tarde al trabajo en la compañía de seguros"
Hans-Gerd Koch, el editor de esta obra, dice que fue el primero en darse cuenta que los testimonios recogidos chocaban con "la imagen estereotipada de un Kafka introvertido, que sufría por sus circunstancias vitales, místico, visionario de un mundo dominado por oscuras, absurdas y anónimas burocracias" Aunque hay algún testimonio así, muchos también lo destacan como un tipo alegre, vital y seductor. Sí es cierto que el tipo no soltaba un manuscrito hasta que no lo consideraba perfecto. Sigamos con las aventuras de Don Franz: su hermana se quejaba de que "de vez en cuando se escapaba para irse a vivir con alguna mujer" le gustaba jugar con los niños en la plaza y eso sí, nadie en la oficina sabía que escribía... "no era un hombre introvertido. en sociedad se mostraba alegre y divertido, siempre con un juego de palabras a mano, fuera en alemán o en checo"..."qué es lo que eres, querido, siempre tan guapo y con una sonrisa? la suya era una sonrisa especialmente hermosa" Así que estimado lector, ya lo sabe. En esta casa nos gusta mucho Kafka, alegre o triste. Particularmente creemos que era todo a la vez: sórdido, simpático, sufrido, divertido, torturado y amable.
Y por sobre todas las cosas, nos gusta imaginarlo a don Franz riéndose mientras escribía sus universos kafkianos, anticipándose a la perplejidad y vacío que pudiera provocar en sus lectores...
Fuente:http://www.lavanguardia.es/cultura/noticias/20090608/53718944067/un-nuevo-libro-sobre-kafka-rompe-con-su-imagen-torturada.html
domingo, 7 de junio de 2009
En la sala de espera
sábado, 6 de junio de 2009
Heartbeats
y moja el alma.
Nadie podría caminar en una tarde como esta
Nadie en su sano juicio.
Nadie camina en un día de lluvia
y viento
sin saber adonde va
a menos que esté loco
o perdido.
Eso me digo yo
que estoy cuerdo
mientras apuro el paso
buscando adonde ir.
Los diamantes son el mejor amigo de la mujer (final)
Nuestro detective estaba perplejo. Todavía no había conseguido digerir que un tipo que lo ubicó por la guía telefónica le hubiera dejado un millón de dólares en diamantes y cien mil dólares en efectivo para averiguar algo que su esposa le diría una hora después. Y ahora debía decidir qué hacer con las joyas. Pensó en ganar tiempo.
- Démelos a mi.
- Y qué haría con ellos? Si los luce en la fiesta tendrá un problema con su marido. Y si no, lo tendrá con Agostino…
- Es verdad, Ud. es muy inteligente. Tenemos un problema, encanto.
Toda la frase le retumbó en la cabeza como un escalofrío. Sabía perfectamente lo que significaba: una invitación. Pero lo que más lo inquietaba es que ella no parecía preocupada por poner en riesgo su matrimonio y su vida. Nadie, pero nadie, le hace un desprecio a Agostino. Ni siquiera una chica platino como ella.
Odiaba tener que caer en las manos del Zurdo, pero no tenía opción. Sabía que solamente él podría chequearle toda la historia, empezando por el contador, siguiendo por el romance y terminando con los diamantes. El Zurdo también hizo un par de llamadas y le dijo que el cuento era verdad.
- Hola, Contador? Le habla el Detective. Tiene Ud. razón. Los diamantes los envió Agostino. Disculpe que se lo diga brutalmente, pero tiene dos opciones. El lado bueno es que Ud. puede escoger. El lado malo es que no pintan muy bien ninguna de las dos. Dígame qué prefiere ser: ¿viudo o cornudo? Porque si mañana su esposa luce los diamantes en la fiesta, su vida y la de ella no corren peligro. No sé como se lleva con las cuestiones del honor y esas estupideces. En cambio si no los luce, o no van, le aseguro que la vida de su chica platino no vale nada. Y si encima Ud. los devuelve, la suya tampoco.
Al rato, el Contador estaba otra vez en la oficina del Detective. Fue a buscar a su esposa, y también a llevarse los diamantes. Estaba serio, pero no furioso. Tal vez fuera miedo, o que se sentía acabado. Tuvo ánimo para pedirle al detective el dinero porque el trabajo no estaba terminado. Ya no tendría que entregar los diamantes, él se ocuparía de eso. Nuestro hombre dijo que jamás devolvía el adelanto salvo que él renunciara al trabajo, aunque en este caso tal vez hiciera alguna excepción, pero que lo resolvería un poco más tarde al ver cómo terminaban las cosas.…
Los acompañó hasta el ascensor, y luego se quedó un poco más en el pasillo. Era un elevador abierto, de los antiguos, por lo que escucharía perfectamente si el matrimonio peleaba mientras descendía. Sin embargo solo escuchó una risita. La de ella. En ese mismo instante se dio cuenta que la historia no podía terminar así, sin enterarse qué fuera a pasar en la fiesta. Es que su maldita moral no alcanzaba a decidir si le devolvería una parte del dinero, o no. Seguramente ella sería fotografiada al entrar pero…para qué arriesgarse? Ya de regreso en su oficina, se sirvió el último whisky de la noche. O el primero de la mañana, porque el reloj marcaba las seis.
A la noche siguiente, el Sr. Contador y su esposa entraron a la fiesta. Ella lucía radiante, y el brillo de su sonrisa competía con el fulgor de los hermosos diamantes que llevaba puestos. Al verla, todos se olvidaron de la novia. El gobernador los recibió cálidamente y los ubicó en la mesa de Don Agostino, quien también sonreía. Nuestro detective estaba adentro del salón, confundido entre los invitados, observando. Hacía siglos iba a una fiesta, y aunque a esta no lo habían invitado, tal vez se quedara un rato. Un mozo le ofreció un martini pero él le pidió un whisky. Sus ojos se cruzaron con los de ella. Estaba lejos, pero se dio cuenta que le sonreía a él…
Apuró el trago y se decidió. Nunca, pero nunca, devolvía el dinero que recibía por adelantado. Salvo que él mismo renunciara al trabajo. Era hora de volver a casa. Bah, a la oficina.
miércoles, 3 de junio de 2009
Los diamantes son el mejor amigo de la mujer
Por eso, cuando el teléfono sonó, dudó en atender. Lo único que le faltaba era el dueño del lugar reclamando los cuatro meses de atraso. Un teléfono que no se responde es un acto de libertad que nuestro detective no estaba en condiciones de realizar.
Eran las doce de la noche y el detective había decidido dormir en el sofá. Pero estaba desvelado y sin un centavo, así que dijo que no había problema, fingiendo algo de desinterés al responder. Media hora después estaba bebiendo whisky con el desconocido:
- Por supuesto. Cuénteme sobre la última vez que vio los diamantes.
- Los vi hace un minuto mientras subía por el ascensor. Quiero que me diga quien los dejó en mi oficina y por qué. Y que se los devuelva, naturalmente.
Nuestro hombre estaba algo distraído. Cien mil poderosas razones eran difíciles de desatender, pero alcanzó a preguntarle por los nombres de sus ex clientes.
- Tiene razón. Por eso le pagaré más. ¿Doscientos mil le parece bien?
- Detective, los diamantes no eran para mi marido. Eran para mí. Necesito verlo ahora mismo.
martes, 2 de junio de 2009
Ray Van
- No, jefe.
- Son Ray Van, pibe, ¿no te parece que valgan dos pesos? Cuando te de el sol y te los pongas las chicas se van a morir por vos.
- No
- En cualquier lado valen trescientos...
- Maestro, no me interesan. Gracias.
- Después vos jugás a lo que yo juegue.
- ¿…?
- Se me terminó la plata y en la que viene tengo un caballo que no puede perder. Vos me das los dos pesos, te llevás los anteojos y encima le jugás al que te diga, es una fija y nadie la conoce más que yo. Va a pagar, mínimo, noventa y nueve por peso a ganador.
- …
- Cuántos años tenés pibe?
- Dieciocho
- ¿Y no tenés dos pesos?
- Sí, pero vine al hipódromo a mirar un rato, no quiero sus anteojos y no quiero apostar al caballo suyo, jefe.
- Pendejo, sos un pelotudo. ¡En tu puta vida vas a agarrar un caballo de noventa y nueve pesos! Te estoy pidiendo dos mangos de mierda, lo que vale un boleto de colectivo, un diario. ¡Dame dos pesos la puta que te parió! ¡Mirás el caballo al que le apuesto y ganamos los dos!
- No me putee viejo, no le doy los dos pesos.
Nunca supe si su caballo ganó porque no me dijo cual era, claro. Cuando sonó la campana de largada me seguía insultando. Y tuvo razón. En mi vida, puta o no, jamás gané en el hipódromo. Yo le hubiera dado los dos pesos. Pero no me gustó cómo me los pidió. Y las gafas eran horribles.
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Jockey uruguayo Ireneo Leguisamo junto a Carlos Gardel en el Hipódromo de Palermo (Buenos Aires, 1.930) Entre nosotros, Legui y Carlitos