domingo, 30 de noviembre de 2014
Martha en el subte
Pensó que fue un
error vender el sombrero, el impermeable y la Rémington, y haber entregado la
oficina. Lo peor de todo fue deshacerse del impermeable y el sombrero. No ser
más un detective y mojarse hasta las zonas más inaccesibles no tendrían que ser
situaciones complementarias. Se tomó el subte sin ningún destino, sólo para
buscar un lugar seco sin parecer un tipo que duerme en la calle. En la estación
9 de julio subió una chica. El ex detective la observó con cuidado, le
resultaba conocida. Jamás recuerda un nombre pero siempre una cara. Supo que
era el rostro de la tía Martha, sólo que joven. Se preguntó qué hubiera hecho
él de haber sido efectivamente la tía Martha joven, antes de que su vida fuera
otra ¿Decirle que no tendría un matrimonio feliz pero sí dos hijos que
adoraría? ¿Qué moriría antes de ver a sus nietos? El ex detective pensó que así
y todo, Martha volvería a casarse con Julián. Estaba en su naturaleza darlo
todo por sus hijos, incluso antes de tenerlos. La chica se baja en Bulnes, y el
ex detective que no tiene adonde ir, también. La calle es el Diluvio Universal,
tiene miedo de asustar a Martha, sabe que es una locura contarle lo que pasa.
Al fin y al cabo parece un caso, aunque no tenga sombrero ni impermeable ni Rémington
ni oficina. Martha espera bajo un balcón, la cortina de agua es densa, se
transforma en pared. El Detective se pone al lado, no sabe quien dice “¡Hola
Martha!” aunque le parece que es su voz. Ella lo mira dulcemente y posa una
mano en su mejilla. Murmura algo que El Detective no entiende, en un segundo se
pierde por la oscuridad empapada de la calle Güemes.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
8 comentarios:
Al detective lo espera una cocina que es un desastre de platos sucios y la heladera vacía. Maldecirá su suerte, como hace todos los domingos peores de su vida. Y cerrará los ojos, pensando que el whisky barato es lo más parecido a la felicidad que hay en ese maldito departamento.
La caricia de Martha venía desde la infancia, en un vano intento de redención anticipada.
Gracias por su solitaria visita, Cristina! Evidentemente ud. conoce al ex? detective.
El cierre de su comentario, sencillamente maravilloso.
Un beso!
Con cada relectura aparecen tonos insospechados. Sí, el relato está vivo. No miento si declaro que al final de la lectura, queda el sonido de unos pasos atenuados por la fuerza de la lluvia. Saludos.
Esa cortina de lluvia que empaña los cristales y nos transporta a otro tiempo y otro espacio de la mano de cualquier gesto o cualquier perfume...
Ud. no miente Don Ferragus. Yo lo sé. Un abrazo!
Gracias por volver Cuspedepita! y por dejarme tu comentario
A la tía Marta se la trago la tierr...digo, la lluvia.
Perdón. Me equivoqué de tía.No era la que yo pensaba.Esta era Martha, pero tampoco se le pronunciaba la letra H.
Publicar un comentario