lunes, 19 de agosto de 2013
La señora del anillo
La historia del prometido y la estatua es bastante conocida y
tiene muchas versiones. Ricardo Piglia menciona a William de Malmesbury y su “Chronicle
of the Kings of England” (Siglo XIII); Eduardo Berti, a la “Anatomía de la
melancolía” de Robert Burton. Próspero Mérineé lo cuenta en “La Venus de Ille”. También hay
una novela de Tim Powers, “La fuerza de su mirada”. Incluso la película de Tim
Burton, “El cadáver de la novia”, se basa en un cuento popular ruso judío del SXIX
que también cuenta algo parecido.
El centro de la historia sería este: un joven –a punto de
casarse o luego de terminar la ceremonia nupcial- se pone a jugar a la paleta
con unos amigos. Le molesta el anillo que desde ese día lleva puesto, entonces lo
coloca en el anular de una estatua que está junto al terreno donde se hace el
partido. Al término del juego, el muchacho va a buscar la sortija y se
encuentra con que el puño de la estatua se ha cerrado (en algunas versiones la
estatua ha desaparecido) impidiendo que se lo puedan sacar.
Es la noche de bodas y el joven percibe una tercera
presencia en la cama, entre su esposa y él (algún cuento dice que siente unas
caricias que atribuye a su mujer)
El muchacho siente un susurro junto a su oído:
-
Soy Venus, y he
aceptado tu propuesta matrimonial-
Nuevamente se multiplican los desenlaces. En alguno, la estatua
asesina a la esposa. En otro, al muchacho. En una tercera narración, el joven
visita a un hechicero, quien le escribe una carta a Saturno rogándole su
intervención. El joven debe sortear muchos peligros hasta que logra depositar el
pedido de ayuda en manos del terrible dios, quien le ordena a Venus devolver el
anillo de inmediato y dejar al muchacho en paz.
Francamente este último final no me gusta. Prefiero algún
asesinato en el medio, porque no creo que la pobre Venus luego de esperar
cientos de años a un candidato suelte la sortija tan fácilmente, por más
terrible que fuera el viejo Saturno, capaz de comerse a su propio hijo. Alguien
debía morir. O el atolondrado muchacho, capaz de ponerse a jugar con sus amigos
a horas de la boda, o tal vez su esposa, digamos que por la fatalidad de las
cosas. No hay que poner un anillo en el dedo de nadie a no estar completamente
seguro, aunque se trate de un dedo estatuario. Porque, como dice Mérrimeé en La Venus de Ille: “ten cuidado si ella te ama”
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9 comentarios:
¿Sería algo asi cómo pensar muy bien dónde uno mete el dedo?
Divertido relato, Marcelo.
saludos
Como final, me gustó la idea que el héroe tenga que realizar una variedad de trabajos para lograr entregar la suplicante misiva. Muy a lo Virgilio, si se me permite la expresión.
Hay que tener...
¡temple! para hacerle frente a la noche de bodas con Venus, eh.
Un beso, Marcelo.
SIL
Hola Marcelo:
Afortunadamente no hay una verdad absoluta, signo de avanzada democracia en tiempos pretéritos.
Abrazo.
El (0436789876) 555555-55555-5555-55555555555 se encuentra momentáneamente fuera de servicio, y tenemos cierta urgencia en comunicarnos con Roberto Cheng.
¿No sabe si enseñan a bailar los reggaetones de Chino y Nacho?
En ese caso ¿podemos pagar S 5499,5 ya que uno de los cantantes es chino y el otro no?
Chatran, ¿tene boleta?
Está claro que le molestaba llevar el anillo, lo cual no le discuto, porque me parece una pésima costumbre, un muy mal invento. Lo del relato no me convence, porque Venus no tenía la costumbre de matar a sus amantes. Tal vez sería mejor la versión en que mata la novia, si se agregara el detalle de que ella fuera la asesina.
Igual no me gusta esa historia, parece una historia con moraleja, con los peligros de despertar el interes de Venus. Cuando debe ser algo interesante, como le pasó a un tal Anquises, padre de Eneas.
Marcelo:
Me gustó mucho la entrada, tanto como para pedirte autorización para ponerla en La Pulpera, por supuesto indicando y transcribiendo tu blog.
Tengo una serie llamada CON EL MISMO CUENTO, donde reúno cuentos que tienen el mismo núcleo temático y tu artículo entre redondito allí.
Podemos seguir esto por mail. El mío es fecosol@gmail.com
Gracias por responder.
a veces quisiera ser venus
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