martes, 29 de noviembre de 2011

Un genio diferente

El era un Genio distinto. Ni mejor ni peor. Distinto. Y además era muy, pero que muy viejo. Y después de miles de años cumpliendo siempre los mismos deseos, decidió cambiar las reglas. Es que como dijo el Poeta Ciego, "el milagro tiene derecho a imponer condiciones"
Y él las impuso. Claro que el muchacho que acaba de encontrar la lámpara en el hueco de un árbol no lo sabe, y la frota ilusionado pensando en fortunas y palacios...
- Lo siento. Nada de eso puedo darte.
- Y entonces ¿qué clase de genio eres?
- Uno muy original. Ninguna riqueza puedo dar. Sí puedo conceder algunos dones. Pero ninguna cosa. Tampoco puedo cambiarte a tí.
- O sea que nada puedo pedirte porque ningún deseo me cumplirás.
- Yo no dije eso. Dije que no puedo cambiarte a tí. Pero sí a los demás. Dime cómo quieres que te vean y cambiaré al mundo entero si lo deseas. Podrás elegir tres cualidades. Pero tengo que advertirte de algunas cosas.
- Dímelas
- Yo aparezco una sola vez en tu vida. Frotas la lámpara y tienes que dejarla en el mismo lugar en que la encontraste, sin volver a tocarla nunca más. A nadie puedes decirle ni de la lámpara ni de mi existencia. Exactamente dentro de un año tienes que volver a aquí. Encontrarás una carta junto a la lámpara. Deberás leerla. Tiene que ser exactamente el día número 365, y no podrás tocar la lámpara. Ni un día más, ni un día menos. Si vienes en otro momento; si le cuentas algo a alguien; si vuelves a tocar la lámpara, todos te verán como realmente eres.
El muchacho aceptó las condiciones del Genio.
- Quiero que me vean hermoso. Inteligente. Y valiente.
- ¡Sea! -dijo el Genio- olvidé decirte algo más. Las cualidades no llegan de inmediato, porque el cambio brusco podría matarte. Notarás la diferencia lentamente.
Dicho esto, el Genio volvió a su lámpara sin despedirse. El muchacho se sentó un rato junto al árbol. Es que aún estaba conmocionado por la aparición. Finalmente se durmió y al despertar, pensó que todo debía tratarse de un sueño.
Sin embargo, al día siguiente, le pareció que en su pueblo lo empezaban a tratar diferente. Era un cambio muy sutil, pero por ejemplo la señora de la esquina, esa que nunca le dirigía la palabra, le dijo buenos días.
Otra vez hubo una discusión en el mercado, y cuando los temerarios cuchillos ya mostraban sus filos al sol del mediodía, él se interpuso entre los contendientes y les obligó a cesar en la lucha.
Un mes más tarde el pueblo enfrentaba un problema de difícil solución y se hizo una asamblea. El muchacho expuso sus ideas y resultaron de provecho. A partir de ese día todos le consultaban sobre asuntos de lo más variados, porque había dado muestras de inteligencia.
Finalmente se enamoró de la joven Melina y ella correspondió su amor, por lo que decidieron casarse.
El muchacho ya no tenía dudas. El Genio existía, y cumplió sus deseos. Agradeció enormemente que fuera un Genio aburrido y no le permitiera elegir fortunas ni palacios. Comprendió la sabiduría de tal prohibición, porque el dinero es escurridizo y las relaciones que genera, también. En cambio lo que le había otorgado era duradero. Todos lo veían como él quería ser. Sólo le faltaba esperar el día marcado para quedarse tranquilo definitivamente. Para no olvidarlo resolvió casarse el mismo día, también como una forma de agradecimiento al Genio que cambiando a los demás, lo cambió a él.
La ceremonia ya había finalizado, y los invitados iban a la fiesta en el campo. El muchacho le dijo a su esposa que quería estar unos momentos solo y que luego la alcanzaría. Presuroso corrió hasta el árbol, y cuando estuvo seguro de que nadie lo siguió, se fijó en el hueco. Allí estaba la lámpara -esa que no podía volver a frotar- y al lado, una carta con su nombre en el sobre:
"Muchacho:
Seguramente que tu incredulidad inicial se ha convertido en agradecimiento. No tengo ninguna duda que los tres bienes que me pediste te acompañan: hermosura, inteligencia y valentía. Debo decirte algo pero... ¡No tengas temor! que no te los quitaré. Es que no puedo quitarte algo que no te he dado. No te dije exactamente la verdad. Y la verdad es que como soy un genio muy, pero que muy viejo, mis poderes se han agotado. Solamente me quedan fuerzas para salir de la lámpara de vez en cuando. El humo y la exhibición de mis voluminosos músculos me dejan extenuado, y ya ningún deseo puedo cumplir. Pero me apenaba tanto ver la tristeza de mis amos ante la noticia, que se me ocurrió inventar una historia. Y a partir de ese día, solamente ofrezco el sueño de cambiar la visión que los otros tienen de quien me invoca. ¡Y la historia se hace realidad! No tengas miedo. La belleza, la inteligencia y la valentía las tuviste siempre. Uno desea lo que sabe que tiene en su corazón, pero que no se atreve a ser. No temas. No sé por qué los humanos prefieren creer en un viejo genio antes que en sí mismos. Cuida tus dones porque son tuyos. Siempre lo han sido"
La voz de su esposa llamándolo lo devolvió del estado de ensueño en que se encontraba. Los invitados esperaban. Ansioso, apuró el paso. Porque es costumbre que los novios lleguen juntos a la fiesta.

El era un Genio distinto. Ni mejor ni peor. Distinto. Y además era muy, pero que muy viejo. Y después de miles de años cumpliendo siempre los mismos deseos, decidió cambiar las reglas. Para dicha de quien se encuentre con su lámpara.

10 comentarios:

Marcelo dijo...

Dedicado a un amigo que no la está pasando bien, este viejo cuento que algunos ya conocen.

Merche Pallarés dijo...

Yo no lo conocía. Es genial y muy edificante. Sabes que tus cuentos me gustan mucho. Sigue en ello. Besotes, M.

Iraide dijo...

Una historia llena de optimismo. Sólo deberíamos aprender a mirar dentro de nosotros mismos y confiar... quizá lo más difícil.

Gracias Marcelo.

Anónimo dijo...

Hermoso...
Con tu permiso, me lo dedico a mí, que tampoco estoy pasando por un buen momento.
Gracias.

Anónimo dijo...

Es que nos empeñamos en buscarlo todo fuera cuando lo albergamos nosotros, en nuestro interior.
En estos tiempos de consumismo desenfrenado más que nunca, de bombardeo publicitario y demás perversiones contemporáneas... es fácil picar el anzuelo.
Pero es que todo el día nos están invadiendo con el miedo y el fracaso, y al final uno se lo cree. Yo apenas leo ya la prensa porque no es más que carnaza para un público que luego se pasa el día sufriendo y compartiendo sus penas por la prima de riesgo.
Si confiáramos en nosotros... si no existiese el miedo... el mundo sería diferente. Y mejor.

SIL dijo...

Yo tampoco lo conocía.


Me vendría bien toparme con ese genio.
Su psicología inversa cambia actitudes y mueve montañas.
Me vendría más que bien.

:)

Besos sin magia, pero con fe, Marcelo.

SIL

Gatadeangora dijo...

Pues yo tampoco lo conocia, me ha gustado. Espero que a tu amigo le vaya bien.
Un beso

Daniel Os dijo...

Me gustó mucho el cuento, tengo necesidad de compartirlo con mis hijos.

Muchas gracias,
D.

Reina dijo...

Deberíamos tener una copia en la mesita de luz y leerlo cada noche... quizás así lleguemos a creer... :)

Maga h dijo...

Vale la pena recordarlo y leerlo otra vez.
Yo moqueo ràpido y como dice el Maestro OS tengo la necesidad de compartirlo cn mis hijos!
Abrazo!

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