miércoles, 20 de noviembre de 2013
Lo tenemos secuestrado
Eso escucha alguien de mi familia en la oscuridad de la
noche y me llama desesperado. Falsa alarma, gracias a Dios. Es sólo un intento
de secuestro virtual de los que abundan por aquí, en realidad todos estamos a
salvo en nuestras casas. Pero me deja insomne, cómo dormirse después de una
cosa así. Juego extraño de la mente, veo una casa blanca de baldosas negras.
Hay un limonero y en el fondo de la casa trabaja un carpintero. Yo tengo seis
años, estoy en Haedo, y la casa blanca es de Sara, nuestra vecina. Entro sin
llamar, voy directo a la cocina, al segundo cajón. Allí Sara guarda el pan y me
deja tomar uno, ese pan que mamá me niega porque ya se acerca la hora de almorzar
y si me lleno de pan no como. Pero a Sara eso no le importa, me permite tomar
uno, se ríe ella y me río yo. Una llamada angustiosa despierta un recuerdo que
dormía en mí desde 1.970. La gente es extraña. La mente también.
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3 comentarios:
La mente es extraña, tramposa, a veces atrevida, insolente, miedosa, muy miedosa, a veces cobarde, a veces valiente...pero esta vez te trajo un precioso recuerdo, y vos a mí.
Cuando iba a la panadería por aquella época también, los panes "felipes" llegaban a casa con u hoyo profundo y sin miga. La miga tibia y su aroma a levadura me resultaban irresistible.
Mi madre nunca dejó de retarme porque yo a pesar de ello lo seguí haciendo hasta que un día ya no me mandó mas a comprarlo.
Beso Marcelo
Al cabo de unos 70 años, en mi caso, es la esposa la que niega el pan.
Abrazo.
Sí. Es extraña.
Como extraña es la luz, que necesita de la oscuridad para existir.
Beso.
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