sábado, 8 de febrero de 2014

El perro y el borracho


Uno tuvo una semana difícil y se quiere relajar desayunando bien en un lugar pacífico. Uno deja la bici a su lado y se pide uno completo pero de los cool porque el lugar es cool, de relajación o algo así. A las tostadas le suman un yogur y en vez de manteca, queso. Todo bien, la calle está tranquila. No tan tranquila, en la mesa de al lado de uno hay una pareja, el tipo  señala y dice algo de uno, parece que está borracho. Uno se pone a leer,  a pensar en otra cosa. El tipo está borracho, toma de una botella envuelta, se le cae. El lugar es un centro de yoga , quizás hagan clases de recuperación de alcohólicos o cosa así. Pero uno sospecha que a las clases de recuperación de alcohólicos se debe recomendar no llegar alcoholizado, no? Uno que venía en plan relajación enciende una tímida alarma. Llega otro tipo a la mesa, saluda a la chica y la chica le presenta al acompañante. Uno piensa que es el profesor de las clases de recuperación de alcohólicos.  No simpatiza con el primer acompañante, la chica paga la cuenta y se van los dos. Queda el borracho, y pese a que no había parado de hablar con la chica, uno ve que sigue con ganas de charlar. Uno se da cuenta del error, no hay clases de nada. El señor de al lado es vendedor de artesanías, se acercó a la chica que esperaba al novio, la chica tenía conciencia social entonces lo invitó con un café , pero cuando llegó el novio se fue con él y su conciencia social. Ahora sólo quedan uno, su desayuno, el borracho y su botella envuelta. Y las artesanías, unas piedritas en la mesa. Los clientes que se acercan optan por las mesas de adentro al ver el “paisaje” y uno visualiza lo que viene, no tanto para irse, no tan poco para relajarse…

BORRACHO: ¡Maestro! Me hdgdffaffajdla horda?
UNO: (levantando medidamente la vista del libro, dejando pasar unos segundos para que el momento se tense… ) ¿Qué?
BORRACHO: (carraspeando) ¡Disculpe maestro! Si me dice la hora
UNO: las diez y cuarto
BORRACHO: ¡muchas gracias!
UNO: (inaudible) de nada
Uno sigue en su libro pero sabe que la mañana se empieza a echar a perder…
BORRACHO: ¡Disculpe maestro!
UNO: …
BORRACHO: ¡Disculpe maestro!
UNO: (ensordecido y enceguecido) …
BORRACHO: (acercándose a la mesa de UNO) ¡Disculpe Maestro! ¿qué está leyendo?
UNO: Un libro
BORRACHO (con sonrisa tímida) ¡Ya sé! ¿pero… qué libro?
El borracho ya está al lado de la mesa de uno porque uno no revela el título que lee, así que lo cierra y dice “este”. El borracho lee el título y se inquieta. Lo repite en voz baja. Se sobresalta. Uno sospecha que ha leído, y siente que el título lo sobrecogió. O quizás la foto de la tapa, hay algo que no le gusta, la sonrisa se le apaga un poco pero nuevamente dice ¡disculpe Maestro! ¡Gracias!
Uno ya se cree a salvo con el libro talismán, el borracho se contrarió y empieza a retirarse. A último momento encara para la puerta del lugar, quiere ir al baño, lógicamente. Lógicamente la chica del lugar no tiene ganas de que entre, el borracho alega derechos de consumidor, la chica no sabe qué hacer, y uno intercede, dice que no es peligroso, la chica cede, el borracho entra. La micción del alcohólico es naturalmente prolongada, uno piensa que todo acabó, vuelve al libro y se olvida del mundo por diez minutos, la trama es atrapante.

BORRACHO: ¡Disculpe maestro! La avsndggabsddji dsajsnatnta ffmnbe?
UNO: (levantando medidamente la vista del libro, dejando pasar unos segundos para que el momento se tense… ) ¿Qué?
BORRACHO: (carraspeando) ¿La avenida Santa Fe?

Uno le dice que queda para allá tres cuadras y el borracho se disculpa nuevamente, agradece y se va con paso tambaleante. La chica del bar sale de su refugio al ver el peligro alejándose y qué barbaridad y adonde vamos a parar, y uno opina que no se le veía agresivo y le dice que con ese paso no llegaría muy lejos. Lo ve perderse hacia Santa Fe, paga su cuenta (uno) y se  va pedaleando en dirección contraria para luego de una buena vuelta, tropezarse de nuevo con el borracho, en plena interacción con dos turistas de esos que no hablan palabra en español, el borracho, respetuosamente diciendo “disculpe Maestro”, el turista sonriendo incómodo y uno, que tiene la conciencia social adormecida, apura el pedaleo y se aleja en la ciudad desnuda.
Pero a uno el tema le sigue dando vueltas, y recuerda cuando tenía no sólo conciencia social sino también animal y levantaba perros abandonados de la calle hasta que alguien le dijo que no quería más perros rescatados, que “el perro o yo” y uno dijo “vos” y quizás fue un error porque el perro parecía amigable y finalmente se quedó sin el perro y sin “vos” , lo cual visto en perspectiva tampoco está mal (no tanto por la parte del perro sino por la parte de “vos”)

Entonces uno se pregunta por qué los animales abandonados lo movilizan más que las personas abandonadas y uno recurre al lugar común de afirmar que las personas parecen defenderse mejor, el borracho lo acredita, al menos sabe decir “disculpe maestro” y “gracias”, abrepuertas infalibes, al menos para abrir la puerta que conduce al baño que permite esa micción larga, sonora y aliviante de quien ha hecho una bebida de su vida y ahora sí, definitivamente, uno imita a la chica con novio y conciencia social y decide olvidarse de todas las cosas malas de este mundo y se pierde por la ciudad desnuda. 

7 comentarios:

Ferragus dijo...

No, es mejor no creerle del todo a la ciudad. Es capaz de volverse una santa de la boca para afuera; luego te largas por esas calles que ella oculta a la mayoría, y te da con lo que tenga a mano en una esquina cualquiera. Los perros y borrachos la conocen bien, por eso la soportan -o simplemente la ignoran-.

Amapola Azzul dijo...

Muy buen relato.

Unknown dijo...

La ciudad y los perros, y los amores perros, se ven mejor después de una copa ...o dos... o tres!

TORO SALVAJE dijo...

Así somos.
Corazas, muros y prevención.

Nos volvimos monstruos.

SIL dijo...

No podríamos andar los humanos por la calle sin ciertas armaduras, las que, contradictoriamente, nos deshumanizan día a día.


OTRO SI DIGO: Me encanta cómo esta planteada la redacción de la anécdota, hilando sin pausas aparentes lo que pasó con lo que el autor van pensando, como con libre fluir de hechos y conciencia, en una palabra:
muy JOYCE.


Besos, Marce.

El Demiurgo de Hurlingham dijo...

Tiene razón SIL. Hay que distanciarse un poco de los problemas del mundo, aunque sea unos momentos del día. O serían aplastantes.

Anónimo dijo...

Si alguien te hace escoger entre dos cosas que te hacen felíz, yo desde luego a ese alguien no lo escojo, no tiene sentido.
Siguen habiendo personas húmanas y humanizadas, aunque parezca raro, tal vez no son muchas, tal vez tengamos que aparcar o darnos la vuelta con la bici en más ocasiones, pero es difícil salirse de los propios problemas, retenerlos por un momento en el puño y ayudar a los demás. En realidad hay de todo y no debemos juzgar ni cabrearnos, aunque muchas de las cosas que veamos nos entristezcas.
Tu cuento es maravilloso, eso al menos sí tengo claro.

Un abrazo.

Bitacoras.com