lunes, 31 de agosto de 2015

RODRIGUEZ PEÑA, ENTRE CORDOBA Y VIAMONTE


A la altura del árbol número “C”, el muchacho que caminaba delante mío hizo un movimiento ninja. Cuando estaba por apoyar su pie derecho en la vereda con todo el peso del cuerpo, lo frenó y, desmintiendo la ley de gravedad, subió una escalera invisible. ¿Qué fue lo que no quiso pisar? Un cadáver de murciélago, ratoncito alado que a nadie podría asustar. Inmediatamente miró para todos lados para ver si había testigos de su asco poco varonil. Ya se estaba quedando tranquilo cuando sintió una mirada implacable detrás suyo. Me miró avergonzado justo cuando yo sorteaba con un saltito canchero a la bestia fenecida.

Más adelante, en el árbol letra “5”, un perro fino con alma vagabunda lengüeteaba, feliz,  un invicto chorizo. Un señor que pasaba le dijo a su amigo: “tengo ganas de esperar a ver qué hace, porque si no se lo come él, me lo como yo”

6 comentarios:

Beatrice dijo...

Entre el movimiento ninja y el saltito canchero, me quedo con ese magnífico solo de bandoneón.

Tengo una duda: el àrbol número C y el àrbol letra 5 ...¿están en la misma cuadra?

Ferragus dijo...

Entre esos dos árboles yace toda la verdad de nuestros miedos y pretensiones.

Marcelo dijo...

Están en la misma cuadra, Beatriz. Sólo tenés que venir a Buenos Aires para comprobarlo

Marcelo dijo...

Lo bordaste, amigo Ferragus

El Demiurgo de Hurlingham dijo...

Que feliz que debía estar el perro.

esteban lob dijo...

¿Árbol letra 5, árbol número C?
Ya sé. Es la nueva versión de la Balada para un... cuerdo.

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