sábado, 6 de marzo de 2010

De vuelta al barrio


No sé por qué me cuesta volver a Liniers. Cuando voy a ver un partido de Vélez no, pero a la que fue mi casa por quince años, sí que me cuesta. Mi mamá se fue de vacaciones y quedé a cargo de la gata y de las plantas. Cuando ella está nos encontramos en lo de mi hermana o viene a mi casa. Pero a la suya voy poco. Supongo que tiene algo que ver que mi vieja dejó mi cuarto casi igual a cuando yo vivía allí. Aunque noté una Virgen María que yo no hubiera puesto. Por suerte, en mi última etapa retiré los pósters más comprometedores. Sólo quedaron algunas imágenes de fútbol y unos adhesivos de política en el vidrio de la ventana. Tal vez la anacrónica escena cuenta con sobreactuada vehemencia que ese adolescente no existe más, y quedó su cuarto a modo de museo. O quizás me hace pensar que esos años de nuestras vidas no son tan idílicos como los recordamos de grandes, sino que es un tiempo en que se descubre todo. El amor a la hora de la siesta, el sufrimiento.
En la sala también hay muchas fotos y antiguos trofeos de fútbol que gané en la escuela. Lucen antediluvianos y opacos, parecen soldaditos viejos.

Anoche, los negocios del barrio me molestaron. Me molestaron los nuevos, me molestaron los que se mantienen avejentados. Y la noche magnifica esa sensación de dejadez. Antes de llegar a cumplir con mi “trabajo”, me detuve a cenar en una esquina muy bonita. Han puesto un restaurante moderno, con ladrillos a la vista, luces tenues y mesas en la vereda. Para no desentonar me pedí un moderno pollo caprese y vino. Las camareras eran muy jóvenes y atentas. Los clientes también eran jóvenes y disfrutaban la hermosa noche de verano que nos regalaba el viernes.
Ya me había olvidado de esas cavilaciones cuando la moza pasó y gentilmente me preguntó si estaba todo bien.

- ¿Vos sabés quien era Cándido? Pregunté sin preavisar y a quemarropa

La chica se quedó muda. Yo creo que estaba preparada para que le pidiera otra botella de vino, más pan o la cuenta. Pero la palabra “Cándido”, que ni siquiera estoy seguro que supiera que era un nombre de pila, la dejó en silencio. No sé por qué me dio por el mónologo decadente. Me noté viejo y enojado cuando sin esperar respuesta me despaché diciéndole que treinta años atrás, el restaurante moderno no se llamaba “Lisandro” sino que era un bar camino a los mataderos que tenía “Renacimiento” por nombre formal. Que en lugar de luces tenues las había blancas y brillantes. Que no tenía ladrillos a la vista sino revoques descuidados y baldosas gastadas. Que el mostrador no estaba poblado de plantas, era de estaño y nada se interponía en su superficie fría y plateada. Y ese feudo no era gobernado por sus dueños sino por un mozo llamado Cándido, asturiano de cincuenta kilos y cabrón que decidía si te quería o no la primera vez que te atendía. A mis amigos y a mí nos quería, entonces cuando pedíamos licor para combatir las madrugadas frías (Legui para más datos) nos servía la copita a tope y además derramaba otro poco en el platito que le hacía de soporte. Y si no te quería la copa la servía escasa y demoraba un siglo en atenderte. No era mozo para restaurante fashion, claro. Incluso podía rascarse un testículo mientras te tomaba el pedido. Eso sí, lo hacía por afuera del pantalón. Y el pedido jamás lo anotaba. El cigarrillo que llevaba debía ser eterno, nunca ví cuando lo encendía ni cuando lo apagaba, lo tenía en la boca o lo apoyaba en el mostrador. Nadie llamaba al lugar “Renacimiento” sino “Lo de Cándido” y a nadie tampoco se le hubiera ocurrido la locura de pedir un pollo “caprese”, porque ahí había sándwiches, milanesas y churrascos. Y a las mujeres el bar no les gustaba, sólo entraban las que nos querían mucho, mucho. En ese caso Cándido, que era eterno soltero y vivía en una pensión de la lejana avenida Beiró, hacía un esfuerzo por ser más simpático, aunque a las chicas les parecía increíble de todos modos. Jamás se le ocurrió que con quince años no debíamos tomar alcohol. Nunca lo vimos beber. Aunque nos recibía con un ¡hola chicos! a nosotros nos hacía sentir hombres. De verdad. Cuando Cándido murió no fuimos más y luego “Renacimiento” cerró.

Tomé aire y "volví". Reparé que la chica me miraba un poco asustada. Le pedí la cuenta, avergonzado. Precautoriamente vino otra moza con la adición. Fui a casa, hice las tareas encargadas y me quedé a dormir. Me fui al día siguiente. La mañana del sábado era distinta, alegre. El sol daba de lleno en la vereda y los pájaros cantaban casi con furia. Las vecinas compraban carne, pastas, frutas. El fin de semana en un barrio de los de antes invita al disfrute. Los hombres leían el diario en “Lisandro” y para reconciliarme entré de vuelta. Me atendió una chica del turno mañana. Estuve tentado de preguntarle si alguna vez había oído hablar de Cándido. Pero me pareció mejor pedirle una medialuna de manteca para acompañar el café.



Nota del autor: hace años que no vivo en Liniers, me mudé a un barrio más céntrico, más glamoroso. Sin embargo cuando me preguntan dónde vivo aclaro en seguida y con orgullo que me crié en Liniers, ese barrio que ahora no me gusta tanto. Me pregunto como será ese “sentirse de ningún lado” en los emigrantes. Cuando vuelven a su tierra se dan cuenta que ya no les pertenece, pero en el lugar donde viven les dicen –y se sienten- gringos, gallegos o tanos.

27 comentarios:

AdányEva dijo...

Hiciste bien en decidir pedir las medialunas y el café. Para que ponerse para recibir otro golpe bajo?
Somos reverendamente nostálgicos y en definitiva con eso solo perdemos el tiempo.

Unknown dijo...

Siempre es así sabés. Cuando uno se va de su sitio natal, por cualquiera que sea el motivo, al regresar a su país a su sitio, se entera, confirma o golpea con eso. No sos de aquí, no sos de allá y a veces con este tema la nostalgia en la que siempre te acompaña. Quizá esto sea un pedacito de ser ciudadano mundo.

SIL dijo...

Dice Joaquín en alguna línea perdida por ahí QUE EN MACONDO COMPRENDIÓ, QUE AL LUGAR DONDE FUIMOS FELICES, NO DEBIÉRAMOS TRATAR DE VOLVER...

Creo que tiene razón.

Pero aún así, volvemos.

Todo lo que contás con ese estilo único y sublime, me pasa con una ciudad correntina llamada Paso de los Libres.

Yo soy de las masoquistas, me gusta la nostalgia, porque sin ella, la vida sería tremendamente metálica.

Besos muchos, Poeta Imperfecto.

SIL

Susana Peiró dijo...

Vea Usted. A lo largo y ancho de sus letras, he reconocido muchas y variadas virtudes. Pero hay una especial en esta narración -otra joya que nos regala- que necesito puntualizar: su Rescate.
Sí Señor, Usted nos rescata de la prosopopeya! del lenguaje acartonado que tradicionalmente se emplea al tocar temas como el barrio, el viejo cuarto, los personajes y lugares del ayer (onda Enrique Larreta) Hay frescura (sexta acepción, RAE) y huele a honestidad, la del tipo que no se negocia. Y uno agradece ¿qué menos? la mirada sincera hacia adentro y de cara a los lectores y por supuesto, también la conversación.
El análisis de los propios sentimientos, su falta de miedo a las paradojas y al absurdo que a veces se cuela irremediablemente cuando confrontamos el ayer con el hoy, tienen un aire al polaco Gombrowicz muy interesante.
Y como ya sabe que me gustó y mucho su trabajo, sólo me resta decirle que celebro pasar por su blog una vez más. Un abrazo Escritor!

Ana dijo...

Yo no sé, Marcelo, si alguna vez nos vamos de alguna parte.
Sé que acabo de conocer al chico que creció en Liniers de tal modo, que diría que estuve allí y que recorrí esos lugares.
Desde otra mesa en Lisandro tuve que morderme los labios cuando interrogaste a la camarera...¡Cándido!
¿Quién podrá olvidar a este hombre que se creyó olvidado?
Marcelo visita más a tu madre, siempre hay que visitar a las madres... Y sigue con los encargos porque nosotros salimos tan beneficiados como su gata y sus plantas.

SBM dijo...

He usado el google maps.Para hacerme una idea me he guiado el estado José Amalfitani?, pero por más que le daba al zoom ni vi a las señoritas camareras, ni he logrado identificar el restaurante.

De todas formas, lo entiendo, en buena medida me pasa lo mismo con una diferencia: me parece que "tu barrio" poco más o menos es "mi ciudad" entera.

SBM dijo...

He usado el google maps.Para hacerme una idea me he guiado el estado José Amalfitani?, pero por más que le daba al zoom ni vi a las señoritas camareras, ni he logrado identificar el restaurante.

De todas formas, lo entiendo, en buena medida me pasa lo mismo con una diferencia: me parece que "tu barrio" poco más o menos es "mi ciudad" entera.

Ana Lopez Acosta dijo...

Marcelo, querido. Qué ambiente lograste en este post, me hizo acordar de las últimas páginas de Abaddon, el exterminador, de Sábato.
Si bien hace 32 años que vivo acá, me criè en el "campo", cuando vuelvo "mi pueblo" está igualito, tal como tu cuarto, los mismos pero mas viejos sentados en los banquitos de las veredas...

Que querés que te diga me estoy poniendo vieja y gruñona, me repudre lo glamoroso.....
Un beso grande.

Richard dijo...

A mi me pasa lo mismo que a usted...
cuando voy a la que fué mi casa...ahora es de mi vieja ,siento que ya no me pertenezco a ese lugar...
Socio, me conmoviste con tu historia
Me acuerdo que en una charla con vos, te salió ..."Soy de Liniers..."
y sentí que lo decías con una mezcla de orgullo bien ,pero bien urbana...y me gustó.
Un abrazo con olor a tierra mojada
por el camión regador en una tarde de verano, en una lejana infancia de pueblo.

Camino del sur Pilar Obreque B dijo...

Gracias Marcelo por tu abrazo cálido en éstos días, ya leí que Beatra se comuniciz yó.
Que esteén muy bien.

Cariños

Pili O

Malvada Bruja del Norte dijo...

Se respira a barrio. Barrio periférico como en el que yo crecí. Mi habitación aún sigue sin cambios...Y espero que siga así, mucho espacio en mi nueva vivienda me dedico al trasiego de libros arriba y abajo. Y veo que el barrio ha cambiado, ahora es más periférico que nunca. Sin embargo, cuando emerjo del metro hacia la superfície, siempre tengo la misma sensación de vínculo, de pertenencia.

Anabel Rodríguez dijo...

Yo opté por no volver a un pueblo que me parece más pequeño, más antiguo y desagradable.
Por cierto, nos mandantes la marca que aparece en la dirección de google que enviaste es un puticlub... te juro por Dios que es cierto, como punto A, señala eso. ¿a qué se dedican los puticlubs en Buenos Aires?
Besos

ana. dijo...

Marce: yo creo que ese lugar volvió a llamarse Renacimiento por un rato. Estoy segura que Cándido te miraba desde algún lugar con su cigarrillo eterno, mientras "renacía" entre las mesas, aunque nadie se diera cuenta.

Un beso grande.

Blackberry dijo...

Precioso... Lo he visto todo como en una película!
Supongo que el día que yo me vaya de casa de mis padres me pasará algo parecido...

Un beso Marcelo

Antón de Muros dijo...

Marcelo:

¡Qué linda entrada te mandaste!

El ayer, la nostalgia, lo que fuimos, nos marca y orienta nuestros pasos... nos hace ver lo que muchos ignoran...

Hacés muy bien. No hay que olvidar de donde venimos.

Un abrazo.

Antón.

Isabel Estercita Lew dijo...

Sos muy bueno como cronista de vos mismo Marce.
Algunos barrios aún mantienen algo de su genética, vecinos que se conocen por el nombre o apodo, y uno que otro almacén que vende fiado, como la tana de la vuelta. El fantasma de Cándido debe estar atormentando a las mozas, por eso se asustó la chica . Igual prefiero el sándwiches de mila o churrasquito, lo de pollo capresees de putos jaja

Eso de no tener ganas de ir a tu casa de infancia mmm con un par de años de diván lo resolvés

Besos

Estercita

esteban lob dijo...

Hola Marcelo:

Tal vez haya sido ser muy cándido...preguntar por Cándido.

(El origen de barrio marca. Nuestro tenista Fernando González, por ejemplo, sigue siendo conocido internacionalmente como El Bombardero de La Reina, aunque creo que no vive en esa comuna de Santiago desde hace más de 15 años)

Laura dijo...

Este relato me ha dejado una sensación muy extraña que me descoloca. Estoy a punto de irme de mi barrio a uno que queda lejos de él y no hago más que preguntarme qué será de mi cuarto cuando me vaya y con qué clase de sentimientos habré de lidiar cada vez que regrese.

Tal vez los sentimientos se intensifiquen conforme pasen los años desde ese destierro del que tú hablas y que te hace comprender un poquito de lo que siene el que emigra y que demuestra que todos emigramos de una u otra manera.

Un saludo

maracuyá dijo...

Liniers ¿el de la calle mburucuyá?

Yo no sé si estoy mayor, pero me hiciste lagrimear. Será que hace unos días volví al barrio, a un restaurante "koketo" y cuando empecé a contar que "acá había un almacén y en este rincón los cajones donde la palita se hundía en el azúcar y los fideos para despacharle 1/4 kilo a la vecina" me sonrieron condescendientes, esperando impacientes que pidiera el postre.

Maga h dijo...

Te leí atentamente, y habiendo andado tanto, entendí esa terrible sensación de tener las raíces por un lado y las ramas por el otro.
Será que seremos arboles grandes con necesidad de volver a los orígenes y seguir creciendo en otro lado.
Abrazo.

Marcela dijo...

Estoy a favor de los monólogos si suenan como ese que acabo de leer. No entiendo por qué esa chica se pudo haber asustado. Yo querría saber mucho más de Cándido.
Beso.

Tumulario dijo...

Sabes Marcelo, volver al barrio es volver a recordar, y quien sabe si revivir las alegrías y las penas (sobre todo las últimas), ver como ha cambiado odo nos hace ser mas conscientes del tiempo que va pasando, mientras que cuando solo nos limitamos a recordarlo el barrio sigue siendo como cuando eramos jóvenes, siguen abiertos el viejo colmado, los billares donde íbamos con los amigos, el bar donde tomamos las primeras cervezas, etc.

De todas formas veo que estamos melancólicos.

Un abrazo desde el túmulo.

Con Chile en el corazón

Merche Pallarés dijo...

¡Qué bonito recordar tu antiguo barrio! Me imagino la cara atónita de la camarera... A veces es mejor no volver... Besotes, M.

Merche Pallarés dijo...

Y, sí, cuando has sido emigrante, no eres de ningun lado, es muy cierto. Besotes de nuevo, M.

América dijo...

Buenas tarde Marcelo.

Un fuerte abrazo,bello post que me hace pensar que somos de ese lugar que puede producirnos añoranza,aquellos que podemos asocias con nuestros sabores,aromas,colores,ahí donde deseamos estar por siempre,somos del lugar donde crecemos,amamos y hacemos planes que se nos dan o se nos frustran.

Aquí vamos retomando el ritmo.

América dijo...

asociar...UF.... Ese es el dilema.

Pame Recetas dijo...

Acabo de leer esto, gracias Marce

Bitacoras.com