jueves, 18 de marzo de 2010
Un piano en el altillo
Nadie quería dormir en la pieza más alta de la pensión de la calle Alsina. No es que hubiera fantasmas. O si alguien lo pensó, nunca me lo dijo. Pero la Buenos Aires de los años cincuenta es un caos de inmigrantes llegando y no pude elegir, así que tomé el cuarto más alto, el que no quería nadie. Como no creo en fantasmas, incluso cuando me aseguran que no existen, me acosté. Aquella noche de marzo era la primera para mí en Buenos Aires. Ya había dormido un buen rato cuando comprendí por qué nadie la quería. El sonido de un piano llegaba, lejano, desde algún lugar que no podía distinguir. Me asomé por la ventana. Salí al pasillo. Nada. Es que los sones venían de arriba, aunque estuviera en el último piso. La puerta que comunicaba a la terraza estaba cerrada con llave, pero mi curiosidad pudo más. No era precisamente una puerta difícil, con un leve empujón cedió dócilmente. A lo lejos, la Avenida de Mayo y sus fachadas madrileñas tornaron más irreal la situación, como si me encontrara en un sueño. Ahora sí, Bach y su Preludio en C mayor llegaban diáfanos desde la buhardilla del viejo edificio de al lado. Un anciano tocaba el piano y no entendí cómo podía haberlo subido hasta allí, ya que la estrecha escalera no se lo permitía de ningún modo. El ejecutante me daba la espalda, así que aprovechando la oscuridad de las estrellas encendí un cigarrillo y presencié el concierto. Me di cuenta que sólo tocaba obras de Bach. Luego del preludio siguió con los conciertos para piano , y varias veces reprimí el instinto de aplaudir cuando mis palmas ya casi se tocaban. Lloré. El anciano seguía y seguía y en cualquier momento comenzaría a clarear.
Al terminar Tocata y fuga el piano se silenció. El hombre giró sobre sí mismo y apuntó su mirada hacia donde yo me encontraba. Pese a que la noche me ocultaba, me inquietó esa mirada firme. No me asustó pero estaba seguro que él sabía que había alguien, allí en lo oscuro. No alguien. Yo. Luego, sin dejar de mirarme –porque me di cuenta que me había visto- sonrió y me dijo
nevermore
Recién ahí, evitando su mirada insostenible, me di cuenta que el altillo no tenía techo. También, que la función había terminado.
A la mañana siguiente pagué el cuarto y nunca más regresé a la pensión de la calle Alsina. Desde aquella noche sí creo en fantasmas. Aunque en este caso, nunca supe si el fantasma era el anciano o su imposible piano en el altillo.
Al terminar Tocata y fuga el piano se silenció. El hombre giró sobre sí mismo y apuntó su mirada hacia donde yo me encontraba. Pese a que la noche me ocultaba, me inquietó esa mirada firme. No me asustó pero estaba seguro que él sabía que había alguien, allí en lo oscuro. No alguien. Yo. Luego, sin dejar de mirarme –porque me di cuenta que me había visto- sonrió y me dijo
nevermore
Recién ahí, evitando su mirada insostenible, me di cuenta que el altillo no tenía techo. También, que la función había terminado.
A la mañana siguiente pagué el cuarto y nunca más regresé a la pensión de la calle Alsina. Desde aquella noche sí creo en fantasmas. Aunque en este caso, nunca supe si el fantasma era el anciano o su imposible piano en el altillo.
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27 comentarios:
¡Qué bonito relato! Creo que los dos, el pianista y el piano, eran fantasmas pero en una pensión así yo no hubiera tenido miedo. Besotes, M.
Creo que las variaciones Goldberg hubieran sido un lujo tocadas por ese fantasma del piano, o el piano fantasma.
Un bonito relato. Por cierto, yo jamás hubiera abandonado una pensión donde alguien tocaba Bach.
Besos
Un aplauso y un beso. Muak
Qué preciosidad, Marcelo. Según pasa el tiempo tengo más cosas pendientes que buscar en Buenos Aires (responsabilidad tuya todas, por cierto), y ahora... ahora, pese a temer a los fantasmas, pese a ser casi (y digo casi) imposible trasladarme no sólo a Buenos Aires, sino también a los años cincuenta, tengo un lugar más en la lista: la pieza más alta de la pensión de la calle Alsina.
Insisto, magnífico.
Un beso.
O vos!
Jaaaaaaaaaa...
Esa Magah...
No me asustó pero estaba seguro que él sabía que había alguien, allí en lo oscuro. No alguien. Yo!
Los fantasmas en general saben para quién tocan, y no aparecen porque sí...
Tan bello tu relato fantástico que ni miedo da.
Da placer.
Besos miles, Marce.
SIL
Sublime, borgeano. Siempre, para el que llega, aparecen fantasmas en las primeras noches en Buenos Aires. Sobre todo en marzo. Y aunque más no sea, en forma de piano.
Nuevamente... excelente.
Yo creo en ellos... y no creo que sean malos sabes? al contrario, son almas que andan vagando encontrando un camino perdido... aquel que los lleve quien sabe hacia donde... hacia el descanso eterno? hacia otro cuerpo donde reencarnarse? hacia donde??
Por lo pronto cuando uno los sorprende reaccionan... ellos prefieren el anonimato y la soledad.
Doble aplauso!
Uno para el fantasma pianista y otro para el Super Divi Escritor!
Yo, como Anabel, jamás me habría ido.
Es probable que con el tiempo me hubiera mimetizado con el fantasma.
Yo no creo en fantasmas...
Sólo creo en las letras bien escrita...como éstas....!
Un beso colosal!
The ghosts…quizás.
Poderosa imagen la del pianista ejecutando Bach en un altillo sin techo…¿mensajero? Quizás…
“Nevermore” Quoth the raven de Poe. Otro fantasma, quizás.
Hermoso relato.
¡Y que suerte para cruzarse con fantasmas! Yo estoy segura que de cruzarme con uno, sería el típico con ruido de cadenas y cosas por el estilo.
Un beso.
Delicioso relato, digno del inicio del tercer año, que seguramente estará poblado por todo tipo de personajes de éste y todos los mundos posibles...
Fantasma,
Ángel,
Delirio...
Qué más da,
ni escucha ni pianista voverán a ser los mismos después de esa mirada.
Se estuvieron esperando durante largo tiempo
para ese intercambio de magia y fe mutua
que les permitiera a ambos seguir con sus caminos.
Es largo, e hizo que se me salieran del tablero todos los escritos,
pero no pude resistir la tentación de renovar los "Ecos"
Una obra de cristal:
Delicada,
vibrante,
prístina...
Casi perfecta.
Gracias Marcelo.
¡Qué belleza este relato! Si se trata de un fantasma así, yo también quiero encontrarlo.
Besos.
Me gusta You tube por algo, aún sólo por tranquilidad...
Que no sé yo, por muy Bach que fuera, si sería capaz. Además fumar está muy mal...sobre todo en marzo.
Y con estos antecedentes y como no es cuestión de elegir sino de azar, disfruto de privilegios excepcionales al leer este relato a sabiendas que parte de tu genial imaginación.
Un abrazo!!
Mañana con la luz del mediodía retomo valentía.
Yo quiero un fantasma que me haga escuchar a Bach. :)
Te cuento que el fantasma aparece tocando cuando abro tu post. Y le acompaña una angelical voz femenina.
Desde ahora dejaré de no creer en fantasmas.
Un abrazo.
Es "El sueño de una noche en la pensión de la calle Alsina".
Un saludo
Hola Marcelo:
No hay fantasmas!
Buen fin de semana,
Luis
Aahhhhh, me encanta la sorpresa. Gracias y un beso fuerte.
Entonces vos no jugás. Dedicate al balero, o al yo-yo
un relato fantástico, en verdad.
un fantasma delicioso.
una trama perfecta.
qué suerte conocerlo, Cronista!
un relato fantástico, en verdad.
un fantasma delicioso.
una trama perfecta.
qué suerte conocerlo, Cronista!
un relato fantástico, en verdad.
un fantasma delicioso.
una trama perfecta.
qué suerte conocerlo, Cronista!
Un relato urbano así, sí que metería miedo a cualquiera... porque no es verdad, o sí?
Ufff
saludos
Creo que yo hubiera vuelto...
¡Me encantó!
Un fantasma así vale la pena encontrarlo al menos una vez en la vida. Mis fantasmas son más mediocres, solamente me asaltan en sueños y con pavadas.
Un besote
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