jueves, 16 de diciembre de 2010

Mis problemas con las camisetas

El día que cumplí cinco años, alguien me regaló un equipo completo de Estudiantes de la Plata, club de moda en aquel entonces por haber ganado cosas importantes (ahora también) Se trataba de la camiseta, el pantaloncito, las medias y, por supuesto, la pelota con gajos rojos y blancos. Recuerdo que tenía pegada la camiseta de mañana, de tarde y de noche. No me la quitaba nunca hasta que mi madre, harta del asunto, me obligaba a cambiar de indumentaria. Los meses pasaron y la camiseta empezó a quedarme pequeña y los colores, a desteñirse. Las bandas rojas se fueron aclarando y las blancas, enrojeciendo. Como ya me estaba dando dificultades para ponérmela mi madre le hizo un corte con la tijera en la zona del cuello y así pude seguir un poco más, hasta que finalmente no hubo caso. Ya no me entraba y parecía de un club desconocido, por los colores indefinidos. Recuerdo que ya no podía inspirar por la presión de la tela, y el corte del cuello empezó a descender hasta transformar la camiseta en chaleco.

Hace unos días mi hija me regaló una camiseta. No es de un club de fútbol pero se parece a alguno de España, de esas blancas con las tiras negras. El enamoramiento fue instantáneo y allí empecé a repetir la historia, cuarenta años después. Claro que como ahora soy un poco más grande en seguida me ví en la necesidad de lavarla, lo cual hice a mano para evitar todo tipo de estrujamiento, manchado con otras prendas o cosas por el estilo. La puse en una percha y la llevé al balcón, para que el sol de primavera realzara el blanco inmaculado, y me fui. El día fue largo y la noche, tormentosa. Hubo truenos, rayos, viento y agua, un temporal hecho y derecho. Me olvidé de la camiseta y de que tal vez no la sujeté demasiado bien…
Llegué de madrugada y ella no estaba. Creí que me moría. Automáticamente miré hacia la calle (vivo en un piso alto) y por supuesto no había nada. Se me dio por buscar en la terraza del edificio de al lado y vi un bulto retorcido y blanco. Era ella. Bajé como un rayo. El problema fue que eran las siete de la mañana de un día feriado y el encargado no aparecía. Tampoco nadie que entrara o saliera. Estuve dos horas haciendo guardia, y nada. En eso apareció el encargado de mi edificio y me advirtió que en el otro no había portero, apenas una señora mayor que iba dos veces por semana y que además estaba enferma.
No me importó. Ya eran las diez y había intentado dormir un rato, sin resultados. Cada cinco minutos me asomaba al balcón para ver si estaba. Sabía que el primero que la viera al subir a la azotea se la llevaría sin miramientos. Bajé resuelto a despertar a todos los moradores. Era feriado pero ya era una hora más razonable. El edificio tiene veinte departamentos y toque todos y cada uno de sus timbres. Sólo contestaron dos vecinos. Una chica con voz de dormida que esperó que yo terminara mi numerito, y cuando le pedí que subiera a buscarla lacónicamente me contestó “no puedo”, y me cortó el portero eléctrico. El otro señor me dijo que casi ningún vecino tenía llaves de la terraza y también me cortó. Pasaron varias horas y la portera no aparecía. Tampoco nadie que entrara o saliera, porque me quedé allí hasta el mediodía. Empecé a sospechar si no sería un edificio fantasma o gobernado por alguna secta. Mi encargado empezó a intentar el recupero por su lado, la señora que me ayuda en la limpieza también, y nada. Era como si allí no viviera nadie. La angustia seguía y todo empeoró cuando volvió a llover. Me imaginaba que el deterioro era inminente, como el de Gregorio Samsa debajo de su cama. Pensaba que la camiseta se despedía de mí como Di Caprio cuando se hunde con el Titanic.
Esto fue un miércoles. Ya era sábado y casi había desistido. Estaba hablando por teléfono, recién me había despertado y me pareció oír un murmullo. O tal vez fue un pálpito, pero me fui hacia el balcón y abrí la ventana con algo de furia. En la azotea habían unos operarios de televisión por cable y un vecino. Pero la camiseta ya no estaba. Comencé a gritarles pero no sabían de donde venía mi voz, porque me encontraba arriba y al costado de ellos: ¡Muchachos! ¡Muchachos! ¡Acá arriba! Les gritaba. Por un momento habrán pensado que era Dios quien les hablaba, pero no. Era yo desde el balcón.
Les pregunté por la camiseta y me dijeron que sí, que la habían encontrado. No podía esperar a que llegara el ascensor. Y casi me meto al edificio de al lado al ver la puerta de calle abierta. Minutos después llegó el vecino con mi camiseta, un poco sucia pero sin roturas. La llevé de inmediato a la tintorería y ahora la tengo puesta, por supuesto, mientras escribo estas letras.






Dedicado a Angel, del café de la Farmacia, que estuvo atento al desarrollo de la historia de la camiseta

54 comentarios:

Anónimo dijo...

Si te regalo una del Taladro... te la pondrías????

Susana Peiró dijo...

Mire que es pertinaz, en algún tramo de su apasionado relato, llegué a sospechar que haría la “gran Spiderman”… Es bonito lo que nos cuenta y creo que muchos sentimos identificación con la anécdota. A mí me chiflan los sombreros y las medias deportivas , y ante cualquier pérdida o uso indebido , muestro los colmillos (o muerdo, llegado el caso) Y es que el amor no se explica, no se resigna ni se comparte! Alegrámonos del reencuentro con su amada camiseta!

Merche Pallarés dijo...

Marce, la próxima vez cuelga la camiseta en una cuerda y con pinzas... He disfrutado mucho con tu odisea camiseteril... Besotes, M.

SIL dijo...

Hay cosas que se empeñan en traernos dolores de cabeza, desaparecer, hacerse buscar... para que las deseemos más, y una vez recuperadas, las adoremos.
Hay cierta analogía de personas con cosas, también.

Besos mil.

SIL

Alelí dijo...

como sufrí, ché!

menos mal por vos y la camiseta si yo fuera ella tb estaría encantada con un dueño que em quiere tanto.

feliz encuentro.
beso

SBM dijo...

Los hijos en sí ya son un regalo, por extensión, todo lo que ellos (o ellas) regalan es un tesoro. La peripecia rezuma ternura. Y por eso, de verdad, me alegro que recuperases la prenda.

pd Por cierto, si era blanca con franjas negras se parece a la del CD Badajoz (ese que compró un tal Tinelli)
pd albinegra, blanca por el color del pendón de castilla y negra por ser este el emblema aftasí.

Maga h dijo...

Ja, viernes con camiseta Ok?

miralunas dijo...

eso! viernes en camiseta. y ya!

miralunas dijo...

escuche: lo que realmente es interesante en usté (anduve buscando otros adejetivos, pero ninguno era suficientemente objetivo), es el ejercicio de la pasión, qué quiere que le diga!
besos

Malena dijo...

Y si, estaba sana.

No hay nada que hacer, soy como Casandra: hago pronósticos que nadie escucha. :)

Marcelo dijo...

Sí, hincha del Taladro! Pero no me la vas a regalar...

Marcelo dijo...

"Y es que el amor no se explica, no se resigna ni se comparte!" es de antología.
Medias deportivas????? de súperantología!!!

Marcelo dijo...

Gracias Merche! la próxima le pongo un candado!

Marcelo dijo...

Absolutamente de acuerdo Sil! Pero con las personas es más difícil: no podemos recuperarlas de la terraza de al lado!
Un beso

Marcelo dijo...

Imaginate lo que sufrí yo, Alelí!
Un beso

Marcelo dijo...

SBM: qué bueno saber que se parece al Badajoz! Temía que fuera igualita a la del Real. Es que mi gusto futbolístico está más cerca del Barça!
Un abrazo gomezdelaserneano

Marcelo dijo...

Magah, Miralunas: gracias! Pero el viernes estoy de franco...

Marcelo dijo...

Ud. es parte de la historia, Malena!

esteban lob dijo...

Hola Marcelo:

Si haces un sacrificio así por una camiseta de club indefinido, pienso que de haberse tratado de la de Vélez hubieras llegado a dar la vida por ella.

(A propósito:
¿En qué momento de tu existencia te hiciste de Vélez?)

Ana dijo...

Nos haces estar en vilo!!!
Momentos de auténtica risa los mezclas con otros casi dramáticos.
¡Qué angustía me has hecho sentir por una camiseta que ni es mía!

Menos mal que en esta historia DiCaprio se salva!!!

Esta camiseta es un talismán.
Ciao, Marcelo.

Ahhh! Sabes elegir equipo! Te gusta el futbol de categoria jaja

Unknown dijo...

Hola Marcelo, menuda historia!! A veces aferramos nuestro sentimiento sobre algo tan tonto como pueda ser una camiseta, ¡Muy bien reflejado ese apego! No se me hubiera ocurrido comparación mejor que la de DiCaprio hundiéndose! Jeje...

Aprovecho para desearte unas felices vacaciones ya que, como siempre, ando liado y no sé si podré pasearme la semana que viene por mis blogs amigos.

Así que, feliz navidad!!

Manu UC.

Susana Peiró dijo...

Jajajajajajajajajà! No me cargueeeee, su camiseta fue muy inspiradora! Y no se meta con mis medias, ché, Usted! De antología es su homenaje a la izquierda! Tiene a Ricardito llorando en la puerta del blog, se acaba de enterar cuántos años tiene la mujer! My Dog!…al lado de la Ullman, después soy yo la audaz…

PD: sssssssspetacular la anécdota parroquial!!!!

Daniel Os dijo...

No hay club que iguale cuánto nos ponemos la camiseta de los hijos...
D.

Antón de Muros dijo...

Marcelo: Ud es pertinaz y yo fisonomista (modestia aparte) ;-)

Un abrazo.

Antón.

Mariela Torres dijo...

Menos mal que hubo un final feliz, por un momento temí lo peor: rotura, latrocinio, voladura hacia otros techos. Ahora respiro.

Saludos aliviados.

Helena dijo...

Mientras leia tu historia veia las imagenes, te veia por la ventana gritando a los operarios, te vei mirando tu camiseta y hasta te vi de niño jugando con el balón!
En serio Marcelo, no se quien de los dos esta peor!!!. TQ. Un beso.

Agnes dijo...

lo que más me gusta es la foto, transmite todo el deseo y la frustración de la historia, me alegra haya tenido un final feliz

Luis dijo...

Hola marcelo:
Sólo paso para desearte unas ¡¡¡Felices Pascuas!!!
Cordiales saludos,
Luis

Isabel Estercita Lew dijo...

cuak,cuak
falta Cecy

cuak cuak

Isabel Estercita Lew dijo...

cuak, cuak

TORO SALVAJE dijo...

Por una camiseta querida se hace lo que haga falta.

Ni a un familiar se le quiere tanto.

Saludos.

Malvada Bruja del Norte dijo...

Marcelo cuando escribes sobre tus odiseas de libros comprados y devueltos, o hoy sobre la camiseta, confieso que me vuelvo marcelista, y que de haberlo sabido, habría tenido helado de chocolate para ir a la nevera y dar cuenta de él mientras te leo.

Me encantó!

María Eugenia Mendoza dijo...

Emocionante historia. Casi un milagro de Navidad.
Un beso.

MaLena Ezcurra dijo...

Compañero comprendo tu sudor ante la perdida de la camiseta, no hay con que darle a tal extravio.

He perdido la mía de la gloriosa UBA en el 132. :'
Ya nada fue igual.


Va sobe en orsay.


M.

Pame Recetas dijo...

Hazme el favor de no colgarla más en el balcón, que voy a morir de la angustia si se vuelve a volar!!!!

Nieves LM dijo...

El valor de las cosas muchas veces es lo que representan. Y por eso somos capaces de cualquier cosa. Esa azotea me recuerda la de mi casa.
Feliz Navidad Maestro. Besos.

Marcelo dijo...

Esteban:
También tuve una de Vélez que se me fue destiñendo. Supongo que antes las telas eran más nobles, ahora es todo química que no destiñe pero no siente...
Un abrazo!

Marcelo dijo...

Hola Ana! Es mi talismán, claro. Y tal vez debiera ser el de otros también.
Debiera cortarla en mil pedacitos y regalárselos a las personas que quiero, con una constancia notarial que certifique "este trozo de tela estuvo perdido durante varios días, para dolor y gloria de su dueño"
Un beso!

Marcelo dijo...

Gracias Manu! No poseemos las cosas, ellas nos poseen.
Felices fiestas!

Marcelo dijo...

Con cual de las dos actrices se queda, Susana? Si tardó más de un segundo en responder, gané yo! jajajajajaja

Marcelo dijo...

Totalmente de acuerdo Daniel. De ese equipo no nos queremos ir nunca.
Un abrazo!

Marcelo dijo...

Querido Antón, la sorpresa mía la habrás notado también. Un genio!

Marcelo dijo...

mariela:
Los patrocinantes me prohibieron por contrato terminar las historias en forma triste. Entenderás que se trata de millones de dólares, no?
Un beso!

Marcelo dijo...

Tú Helena, naturalmente. Pero lo que viste es lo que sucedió
Un beso y felices fiestas!

Marcelo dijo...

Gracias Anne. Justamente por eso lo de las fotos y la música. Porque con un trabajo solo no se puede conformar a todo el mundo!

Marcelo dijo...

jajajajajajaja qué buena memoria Luis!
Felices Pascuas para vos también!

Marcelo dijo...

Te quedaron remeras Estercita? mirá si se me volaba una de esas?

Marcelo dijo...

Claro Torazo! Aunque esta se parezca a la del Real, no? jajajajajaja

Marcelo dijo...

No eres Malvada Bruja. Eres Buena Bruja y aquí se te quiere mucho.
Un beso

Marcelo dijo...

El 132 tampoco, Malena. Ya empiezo a tomármelo al solo efecto de recuperar tu preciado bien. Tengo la experiencia, tengo el optimismo. Y tengo tiempo porque en enero estoy al dope.
Un beso

Marcelo dijo...

La sigo colgando pero con 45 broches Pamela! jajajajajajaja
Un beso

Marcelo dijo...

Es cierto María Eugenia! No lo había pensado! Operaron los espíritus navideños, indudablemente.
feliz Navidad!

Marcelo dijo...

Es cierto Nieves. Las cosas pueden ser símbolos de otras cosas, de sentimientos. Por ello las amamos.
Un beso!

América dijo...

Marcelo!

Vetiginoso relato!..Pero hay cosas que tienen un valor especial y nos resultan insustituibles,le damos un valor que solo entendemos nosotros y vale la pena la emoción de mantenerlas.Seguro la sigues disfrutando con el añadido de saber cuanto representa.
Un abrazo enorrrrmeeeeee.

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