sábado, 20 de octubre de 2012
Fue hoy
Estábamos en la librería El Ateneo con mi hija, sentados
junto al piano del café, a punto de leer. Se quitó las zapatillas y se recostó
en el sofá, explicándome que necesita estar descalza para respirar y leer cómoda.
Entonces le conté que estábamos en el escenario de un teatro convertido en
librería, y que allí había cantado Gardel. Ella abrió bien grandes los ojos y
me dijo “¿en serio cantó Gardel acá donde
estoy sentada?” y yo le dije que desde ahí
se veían perfectamente los palcos tal cual los debe haber visto él. Y la
música del piano nos envolvía, y yo sentía que el libro que elegí desaparecía
de mis manos, mi mirada iba del piano a mi hija leyendo, de ahí a los palcos,
luego al viejo tablero de luces, y las personas tomando café tranquilamente,
conversando. Entonces comprendí que ese momento único estaba gobernado por una
fuerza poderosa y fugaz. Era la felicidad que me venía a visitar, esquiva muchas
veces pero hoy no, y se sentó junto a nosotros un momento, con distinción de
soberana. Lentamente giré mi cara como buscando al mozo y mis ojos se
aflojaron, agradecido con la vida y ese instante que me dio, sin deudas que
pagarle, sin planes a futuro, simplemente ese momento, ese aquí y ahora con mi
hija que crece y la felicidad sentada entre los dos, abrazándonos. Luego la
música acabó y la vida siguió como en un día cualquiera. Fue hoy, sábado 20 de
octubre de 2.012, en la librería El Ateneo Grand Splendid de Buenos Aires.
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12 comentarios:
segura estoy que este recuerdo tan bonito asi como lo narras dejó una huella importante y significativa.
a veces extraño a mi papá y estos recuerdos son los que a veces me salvan....
¡Hermoso! Me parece que esos momentos mágicos de plenitud se deben a la desaparición transitoria del "yo"... pero para qué definir lo inasible... aunque hay una bella palabra que intenta nombrarlo, kairos, el momento exacto. Un abrazo.
¡Qué hermosa entrada!
¡Cómo la vida te ha permitido atrapar el momento exacto de la visita de la esquiva Sra. Felicidad!
Será sin duda un recuerdo imperecedero para ti y tu niña, aunque sospecho que con un padre así, ella lleva más tesoros acumulados.
Feliz domingo.
(El Ateneo está en mi lista también)
Qué lujo, Marcelo, ser abrazado por la felicidad y haberlo advertido justo en el momento en que ocurría, porque no basta el escenario ideal y la compañía más amada para saber que la felicidad está ahí, hay que ser sensible, como eres para apreciar su perfume mientras está ahí.
Una escena, una partitura breve, un suspiro, una sonrisa, lo que dure un pensamiento tal vez dure una ráfaga de felicidad.
Pero ya no se olvida, se nos imprime y se aprende en qué consiste y ya no hay retorno. Ya no hay forma de seguir perdiendo el tiempo buscando la felicidad en los lugares y en las cosas donde realmente no existe.
Lleve mi abrazo fugaz pero honesto Sr. Cronista!
Y su calidad para contar...aumentada con los años, vea!
La felicidad es esto, pequeños detalles que sabemos apreciar y no nos pasan desapercibidos.
así, exactamente así, es la felicidad.
y esta vez la poesía le salió perfecta.
qué suerte para su alma darse cuenta mientras era.
abrazo, Cronista. y a su hija, por el padre.
mi hija ya tiene 19 años, pero lo que vivi con ella cuando era niña fue inolvidable también.
Yo tengo 2 hijos varones, pero solo hablan de futbol. las niñas tienen otra sensibilidad.
Felicitaciones...
Esquiva muchas veces, esa felicidad soberana, pero qué sublime a la hora de la excepción.
Un beso.
SIL
me emocioné y eso ya es mucho hoy día, suerte!
Gracias por compartirnos tan bellos recuerdos, es todo un gusto visitarte.
Leyendo este relato recordé la primera vez que me acompañaste a este mismo escenario.. Me sentí como la "peque" sin zapatos y recostada.. escuchando tus historias mientras el sonido del piano nos transportaba a no se que época. Fue un momento mágico e inolvidable, tanto, que ese sólo ese instante, sólo ese, basta para querer volver.
Ojalá haya más recuerdos compartidos!!!
Un beso
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