domingo, 8 de julio de 2012
Noche de franco
Sosa volvía de la funeraria. Lo que más detestaba de su trabajo era el olor a flores que, impregnado en el traje negro, lo seguía hasta su casa. El resto se podía aguantar: llantos, pésames y murmullos eran digeridos por él con su rictus cotidiano.
Pero esa mañana, al contemplar el cadáver de su esposa sobre la cama, titubeó. Prendió un cigarrillo, y se apoyó sobre la cómoda a meditar.
Al rato buscó el teléfono. Primero reservó la sala de la cochería de la esquina. Después le avisó a su jefe que esa noche no iría a trabajar.
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12 comentarios:
Se te dan bien (también) los cortos.
Algunos trabajos te deshumanizan, trabajar con enfermos, trabajar con muertos... uno llega a confundir, entre tanta cotidianidad e inercia, el sentido de la realidad.
Quería contarte Aina que el excelente dibujo me lo regaló un señor que se lo encuentra aquí: http://lamanoenelpapel-richard.blogspot.com.ar/
Un fenómeno tu compatriota. Quizás le pida que me haga algunos dibujos a mí también.
Tal circunstancia ameritaba un final distinto. El llanto, como ruido eternamente repetido, ya ni el dolor expresa, como el olor a flores termina repugnando. Probablemente sea mejor dejar que se la lleven y acostarse a dormir en esa misma cama, que todavía guarda un olor mucho más real a perfume y sudor.
¿A eso llaman "deformación profesional?
Un breve cuento :)
Como ya le había dicho en el feisbuc, ¨me GUSTÓ.¨
Amplío diciendo que el hombre se merecería el franco,
esa noche...
Beso
SIL
Uffff... y lo recuerdo como si fuera hoy... siempre me causó escalofríos este relato.
el rictus cotidiano parta sosa , no volverá a ser igual...
auch
Se merecía ese franco... pobre Sosa... :(
muy bueno!
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