Nos escribe desde Lima (Pcia. de Buenos Aires) Juan Carlos Cucurachi, ingeniero atómico, para alertarnos sobre la proliferación de cucarachicidas que asesinan mediante un método crudelísimo: atrapar a estos milenarios animalitos de Dios en una superficie adherente, matándolos por inanición. Para decirlo en buen romance y sin ambages, señores: los matan de hambre, los matan. La muerte es lenta y produce escenas desgarradoras, por no decir dantescas: la cucaracha queda pegoteada y aunque se prodigue en movimientos desesperados, son en balde. Cucaracha adherida, cucaracha muerta, que expele en sus postreros momentos una especie de pus blanco a través de la barriga por un tiempo que parece infinito, al menos a los ojos de nuestro experto.
Como ya hemos dicho, la muerte es remolona, tarda en llegar, y permite verdaderos velatorios con el insecto aún agonizante: vienen Mamá Cucaracha e hijos a despedirse del padre, el cual incluso tiene algo de tiempo para organizar los asuntos importantes de la casa, más allá de que luego Mamá Cucaracha los resuelva a su antojo (pero ese es tema para otro opúsculo)
Algunas cucarachas que rozan apenas el campo minado, quiero decir adherido, pueden quedar con medio cuerpo y una hilera de patas pegadas y el resto, no. Incluso ha habido casos de cucarachas ligadas en su zona delantera, y hasta inexplicables casos de cucarachas pegoteadas por la retaguardia, lo que ha provocado no pocas situaciones engorrosas de aclarar. A mayor abundamiento, estos últimos casos son espeluznantes por demás, porque al tener las patitas delanteras liberadas, el blatódeo (no lo digo yo, lo dice wikipedia: Blattodea, del latín Blatta, «cucaracha» y del griego eidés, «que tiene aspecto de») da gritos desesperados procurando mejorar la acústica de sus llamados acercando las referidas patitas a su boca (o sus “piezas bucales masticadoras”, siguiendo a wiki)
El Ingeniero Cucurachi asegura (a mí no me consta) que si uno acerca suficientemente la oreja al insecto así atrapado, advierte una especie de cuchicheo (no confundir con Cucurachi) que el idóneo traduce como “auxilioooo” “auxiliooooo” los cuales dejan a uno hecho trizas, más allá de que en verdad no se entiendan bien y se oigan mal, puesto que se trata de una barata (sinónimo de cucaracha, odio repetirme) y no de Luciano Pavarotti. Agrega el Ingeniero que no hay que exagerar con el acercamiento del pabellón auditivo (la oreja) ya que éste también puede ser víctima del letal preparado, encontrándose uno en tal caso no sólo con la superficie pegada a la aurícula sino, lo que es peor, con una o más cucarachas caminándole por canales, yunques y martillos, y lo que es peor, dejando todo el oído interno pegoteado de por vida.
Por todo lo expuesto, señores, mi advertencia. Una cosa es matar cucarachas por razones de higiene, y otra es regodearse con la matanza, revelando instintos impropios del siglo en que vivimos. Eso, sin mencionar la posibilidad de que -si Ud. cree en la reencarnación- ese bicho pegoteado que dejará fenecer tan espantosamente no sea, ni más ni menos, que un Franz Kafka a punto de escribir “El castillo”.
¡Reflexionen!
5 comentarios:
¿Y la piedad acaso se limite a términos humanos? No no, Piedad es piedad.
Luego de sufrir los estadios del relato; adhiero a la opinión de Cucurachi y, propongo revalorizar la cualidad caritativa de un buen zapatazo. Ante una invasión, su uso es considerado Derecho a Defensa.
FELIZ VIDA, CONSTRUYA UN BUEN FIN 2012 Y UN INOLVIDABLE 2013, por favor.
http://enfugayremolino.blogspot.com.ar/
Cucarachi es un exagerado. Lo mismo hicimos en Viet-nam, en Afganistán y en este mismo momento lo estamos haciendo en Palestina, en la Franja de Gaza y, encima, nos dieron varios Oscars y Nobels de la Paz.
Shalon para todos (para todos nosotros los elegidos, los "otros" no existen -son cucarachas-).
Henry, Barack y Benjamin.
Saludo afectuosamente a mi amigo Marcelo y le agradezco la firme defensa de la especie.
El cucaracho.
Bueno, este blog se acuerda, que no es poco...
No me siento culpable de la matanza bajo ese método, odio las muertes remolonas, me inclino por el pisotón colectivo, que además de ser muy efectivo (uy, rimó), es indoloro e inodoro-en su primera acepción-; y le permite a un@ mantenerse en estado, dado que los blatódeos suelen ser muy veloces.
Espero, sinceramente, no haber estampado en mi suela a ningún potencial Kafka.
Un beso, Marcelo.
SIL
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