jueves, 24 de abril de 2008

Un deporte nacional


No, ¡que fútbol, ni polo ni bochas! Estoy hablando de eso que hacen todos los hombres de estas tierras, sin importar la edad ni condición. Se trata del verdadero deporte nacional: mirar mujeres por la calle. Veamos por si no te parece.
Como siempre, primero las aclaraciones. No se trata de piropear, buscar conversación, seducir, tirarse un lance ni nada que se le parezca. Ni siquiera probablemente haremos contacto visual con ella, porque viene distraída mirando vidrieras, de prisa o simplemente no te registra. Esas formas de acercamiento serán materia de otra charla. La de aquí está reservada para quienes no quieren, no pueden o no deben establecer contacto pero, a la vez, les resulta inevitable acompañar con la mirada el paso de una mujer hermosa por la calle. Que al fin y al cabo estamos en Argentina, y esto que digo es pasión popular.
Pero con elegancia, que lo cortés no quita lo insistente.
Antes que nada prohibido murmurar. No se justifica ni en el caso de intentar un abordaje, ni aunque estemos en presencia de La Perfección. Ese murmullo que parece esconder palabras soeces, debe evitarse siempre. Porque además es cobarde, ya que si de milagro ella pregunta ¿qué dijiste?, el galán en cuestión suele emprender huida deshonrosa (¿hay alguna huida que no lo sea?) Encima puede ser confundido con un acosador.
Tampoco es agradable gritar cosas desde el auto o camión, o tocar la bocina, ni suave ni fuerte.
Debés evitar también interrumpir la conversación si te encontraste con un amigo en la vereda, u olvidarte el hilo de la charla, mirándola pasar boquiabierto. Eso tampoco es elegante. En ese caso si te perdés de relojearla, mala suerte, que por algo sos un hombre que ha nacido para sufrir. Peor aún si el grupo está integrado por tres o cuatro tipos, que se envalentonan ante el solitario paso de la dama, o si vas acompañado por esposa o novia. ¡Silencio y como si nadie pasara! A lo sumo en este último caso –pero es peligroso y no lo recomiendo- queda la posibilidad de girar la cabeza en dirección a tu amada y fingir que la escuchás, y al mismo tiempo exigir tus ojos colocándolos en el rabillo para fugaz vistazo sobre la caminante; pero sé de dislocaciones y estrabismos repentinos, producto de cachetazos recibidos sin maniobra defensiva alguna por parte del caballero que por supuesto estaba mirando para otro lado. Para el lado de ella.

Por eso la ocasión ideal es ir caminando solo, y que ella venga de frente. Si va en la misma dirección que vos, te avisarán que está más adelante los tipos con los que te cruzás, que pasarán a tu lado suspirando: “¡No puede ser!” “¡Por Dios!” o “¡Mamita!” esto último en clave freudiana.
Volvamos a la que viene de frente, sea caminando distraída, sea hablando por su celular. Tanto su timidez como su paso avasallante pueden encandilarte. Has tenido tiempo de verla bien, es hermosa, y te devora la ansiedad por darte vuelta y seguir observándola. ¡Cuidado! No gires violentamente, es poco sutil, además podés tropezarte con algo o alguien y terminar despatarrado en el medio de la vereda (juro que lo ví, en realidad lo oí caer, yo también la estaba mirando a ella)
En ese caso lo mejor es, si pasa a tu izquierda, dejarla pasar unos metros, y luego darte vuelta pero por tu derecha, como si alguien te hubiera llamado o se te hubiese caído alguna cosa. Allí va ella, probablemente alejada unos cinco o seis metros, es verdad, pero la operación resulta más delicada y no habrá contratiempos. También podés detenerte en un quiosco de revistas y hojear un diario, si tenés suerte de que ella se detenga. Obviamente que si vas por una peatonal repleta, no habrá manera de hacer el truco. Por otra parte, está prohibido seguirla, pasarla y volver otra vez a cruzarte con ella. Además de indiscreto, puede prestarse a que pases un mal momento…
Es verdad que si la fémina aparece con alguna prenda ajustada y portando zapatos altos, rojos para más datos, el ruido de los tacos y las gestos de los demás, que van girando la cabeza como diciendo que no, pueden desconcentrarte, y probablemente caigas en alguno de los pecados señalados, es decir , dejar la boca abierta, murmurar cosas ininteligibles, darte vuelta violentamente, exclamar “mamitas” u otras yerbas o directamente caerte redondo al suelo…En ese caso no sufras, que de carne somos y un impulso irrefrenado lo tiene cualquiera…
Por último, una pregunta recurrente ¿sonreír o no sonreír al escrutarla ? Es una cuestión de estilo, lo único que te recomiendo en el caso de que optes por no sonreír, es tratar de no hacer un rictus cual si hubieras visto a Medusa, bastante común por aquí, que parece querer dejar asentado: “no me conmoviste, eh?”
¿Y qué si ella te sonríe? Tranquilo, eso no ocurrirá en el 99 % de los casos, salvo que seas Richard Gere o algo así. Del 1 % restante, hay un 30% de posibilidades de que haya recordado algo gracioso que nada tiene que ver con vos, otro 30% de que esté chiflada, un 30% de que quiera quitarte algo y, finalmente, tenés un considerable 10% de que te haya devuelto la sonrisa porque le gustaste o le caíste simpático. En este último caso, amigo mío, no me preguntes qué hacer, vos sabrás, que ya estás grandecito para tantas instrucciones y no es mi intención desasnarte de eso aquí.
Y a quien le parezca todo esto exagerado, es porque no conoce el condimento napolitano de nuestro carácter, ni la belleza de las argentinas, ni la mirada interminablemente criolla, que suele empeorar en primavera. Me pregunto cómo será en otros países...

8 comentarios:

angela dijo...

Marcelo, no creo que esas mujeres que nos describes sean tan especiales como la de la fotografía...si es así, ¡qué suerte teneís en Argentina...porque mirándolo desde el punto d vista femenino hombres como los de aquellos tiempos... tampoco hay...Quizás por éso, es tan difícil seducir en tu tierra...?
Ahora en serio, me hablas de un vocablo que apenas se usa, es posible que por las cuencas mineras e incluso en el oeste de Asturias se utilice... No creo que tenga nada que ver el bable con el gallego pero, lo que si te puedo decir, es que hay una gran influencia del deje gallego según te acercas a Galicia. En mi blog he dejado una entrada de Comillas , un pueblo marinero de la vecina Cantabria. Si no te importa voy a unir tu blog a mis paseos diarios. Un saludo desde España

Marcelo dijo...

Hola Angela! Gracias por todos tus comentarios. Lo que puedo agregar es que los tíos que vinieron son mineros jubilados, puede ser que tenga que ver? Veré tu entrada de Comillas, y gracias por unir mi blog!

Marcelo dijo...

Hola Mari Carmen! Terminé el relato preguntándome como sería en otros lados, justamente para que me cuenten...Si a lo mejor exageré un poquitín, debe ser la sangre andaluza...Pero son todas cosas que veo a diario en la calle, aunque es cierto que el estrés cotidiano hace que mucha gente vaya caminando como zombies...
Muchas gracias por los comentarios!

Marcelo dijo...

Me olvidaba de algo Angela: las mujeres de aquí son realmente hermosas. Pero Sofía es única!

Mª Rosa Rodríguez Palomar dijo...

Ya sabes por la entrada de mi blog cómo es en otros sitios. Qué casualidad que nombres también el color rojo, como mis pantalones, aqui son zapatos, el rojo y la pasión van unidos.

Yo, a veces, sonrío si me gusta el piropo que, lamentablemente, escasea más ahora, será que se volvieron tímidos o quizás yo mayor.

Acabo de leer la letra de Gricel, bonita también.

Hasta mañana y gracias por tus comentarios.

Marcelo dijo...

Gracias a vos Shikilla! Y hasta la próxima entrada!

Cigarra dijo...

Pues aquí, en Madrid, un primo mío se dio tal golpe con una farola por volverse a mirar a una chica que llegó a casa con un chichón en la frente de tamaño descomunal. Y lo que nos reímos de él, además del daño que se hizo. Si hubiera seguido tus consejos...

Marcelo dijo...

jajajajajaja!!! Debo confesar que nunca me dí un golpe así, pero varias veces estuve cerca...Tal vez le sirva esto entonces!!!

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