Por supuesto que la abrió para verificar, y efectivamente, allí estaba el millón de dólares. En realidad, novecientos ochenta y cinco mil. Seguramente lo que faltaba lo habrían gastado anoche, todavía con la adrenalina del robo en el cuerpo. En ese estado de locura la plata vuela, y siempre hay gente dispuesta a acompañar a quien tiene ganas de gastarla.
Tomó el teléfono y llamó a su cliente. Un industrial importante, que seguramente tenía decenas de Samsonite con dinero como ese adentro. Pero a nadie le gusta que le roben un millón de dólares, y a su cliente menos. Estaba furioso, tenía algunos sospechosos de la empresa, pero lo primordial era recuperar la plata. Para ud. el 10%, le dijo. No recordaba haber recibido semejante paga... En realidad, estaba seguro de no haber tenido ese dinero nunca.
Llamó a su cliente desde la misma habitación y le avisó. Se sorprendió cuando del otro lado de la línea le devolvieron hielo en forma de silencio. Al rato le dijo:
- La transferencia de sus u$s 100.000.- se la hago en este mismo instante, espere un segundo...ya está, ¿quiere verificar en su cuenta?
- No hace falta dijo el detective.
- Ahora quiero que espere al ladrón. Sé que es peligroso, pero si llamamos a la policía, nunca volverá por la valija. Y es alguien de mi círculo íntimo. Se imaginará que el círculo íntimo de un millonario está compuesto por medio centenar de personas. Quiero que lo espere y me lo traiga.
- No fue ese el trabajo encomendado, simplemente le tenía que recuperar la valija y lo hice.
- Por eso se lo digo ahora. El precio, póngalo Usted.
Nuestro detective colgó el teléfono sin decir que sí, ni que no.
Abrió del bar de la habitación dos botellitas de whisky y las puso en un vaso sin hielo, y encendió un cigarrillo. No sabía si era para pensar en la propuesta o para esperar al huésped de la habitación. Las luces estaban completamente apagadas y era medianoche. Finalmente escuchó el ruido de la llave. Apagó el cigarrillo y empuñó la pistola con su mano derecha, a la espera del tipo. Pero no era un tipo.
Era una mujer. Morena, cabello largo rizado y ojos café. Cuando lo vio se asustó muchísimo. Pero reprimió el grito y no pidió ayuda. Se dio cuenta que era la ladrona.
- Siéntese, dijo el detective. La escucho.
Le contó que fue empleada de su cliente. Que también fue su amante. Que de buenas a primeras él cortó la relación y comenzó a ignorarla. Que tenía muchos problemas económicos. Mientras decía esto ella se compuso y le pidió un cigarrillo. Se tiró en el sofá y cruzó sus piernas sin disimulo. Fue al grano. Le propuso darle cien mil dólares si la dejaba ir con la valija.
- Es mucho menos de lo que él me dará si la llevo a Ud.
El pánico se apoderó de ella nuevamente. Redobló la oferta. El la seguía mirando mientras fumaba y bebía su whisky doble, impasible.
Finalmente se decidió y volvió a llamar a su cliente.
- Voy para allá con el dinero. No se ha presentado nadie y es peligroso permanecer aquí. Si quiere, llame a la policía.
Tomó la valija y sin mirar más a la mujer se fue. Cuando salió del Tribeca lo llamó al Zurdo y lo invitó a cenar. Pero no se pudo olvidar de la sonrisa de ojos café cerrados cuando ella se dio cuenta que no la entregaría. Al fin y al cabo, no fue ese el trabajo encomendado. Y pensó que tiene algo de razón la publicidad. Hay cosas que el dinero no puede comprar. Al menos, no todavía.
19 comentarios:
Je.
Buena historia.
Quiero mas historias.
Besos.
Muy buen relato. Yo creí que agarraba la plata y se fugaba con la mina. Pero hubiese sido muy obvio. Mejor así, un tipo con honor. Pero contate una romántica o erótica. Por fa! Besitos
Hay tantas... pero tantas cosas que el dinero todavía no puede comprar y el día que si se pueda, espero que nos den cuotas...la felicidad seguramente saldrá muy cara. beso
Claro Cecy! Al menos lo intentaremos...
Un beso
Sabés que estaba pensando lo mismo Viviana? El tipo tiene códigos y es solitario. Pero eso no obsta a que tenga un mina alguna vez!
Un beso
Marichu: seguramente que sí. Pero no avivemos a la gilada, a ver si a alguno se le ocurre vender felicidad, y encima te la vende en serio...
Un beso!
Marcelo
Todavía hay detectives más o menos decentes, por increíble que parezca. Y seguimos con Dumas:
"Cherchez la femme"
Como dice el comercial?
"hay cosa que el dinero no puede comparar, para todo lo demás, está Master Card"
Un beso desinteresado
Veo a Robert Mitchum en el papel del detective... Hombre duro que puede aguantar/pasar de la "mina" más seductora y bella que exista... Muy buena la historia. Me ha tenido en vilo y me ha gustado mucho el final. Como tiene que ser. Muchos besotes mi querido Marcelo, M.
hay cosas que el dinero no puede comprar... hay sonrisas impagables y ojos de café inolvidables
excelente relato, Marcelo
un abrazo
Cuidado con el Zurdo, detective.
Espero que no llegue demasiado tarde la advertencia... para mí ya lo es.
Hay cosas que el dinero no puede comprar, pero otras muchas sí.
Gracias por la visita y el comentario, los dos comentarios, que has dejado en ella,
te he visitado varias veces, mi paso ha sido silencioso, ya conocía algo de esta menor idea, muy interesante...seguiré visitándote como hasta ahora, y leyéndote.
Un abrazo.
Marichuy: qué problema nos da esta Master Card y su promesa casi casi, de enamorado.
Un beso
Muchas gracias Merche! Y continúa atenta.
Un beso
Es cierto Camille! Eso que dices, no puede comprarse de ningún modo.
Un abrazo
Gracias por la advertencia Leonor! Intentaré dejársela en su oficina del Pasaje Rivarola. Lo que no sé, es si llegará a tiempo...
Un saludo
Es una doble alegría Alfaro! Que me hayas dejado un mensaje, y que ya te hayas dado una vuelta por aquí antes...
Un abrazo
Bonita historia y una gran clase la del detective. Besotes
Buenasss.....
Me ha gustado lo que he leido ....seguire por aqui , si no te parece mal ....jajjaja
que tengas um buem fin de semana desde mi segnda patria....
Me gusta tu blog...te sigo..
Un besazo
Muy buenas Entregas, Marcelo,ésta y la última que has publicado hoy... Realmente abarcas todos los estilos narrativos, esta faceta tuya la desconocía pero verás la aceptación, más si cabe, que tendrás...
Sigue así, muy bien!
Un beso y Felices Fiestas y besos para vosotros tres, tú y tus lindas Princesas.
Austeriano, querido; por un momento me situé en Brooklyn, hasta que apareció ella, la de los ojos color coca-cola...
Voy a la segunda parte (siempre pensé que los blogs deberían leerse al revés, claro que siempre voy al revés...)
Marce, envolvente, me gusta mucho el clima y esa cosa de códigos que ya no se ven, ese aroma sepia cincuentón.
beijos
Me encanta tu forma de narrar, Marcelo. La historia fluye y atrapa. Me estoy enamorando del solitario detective que no se deja torcer el brazo...
Conste que estoy leyendo sin hacer trampas. Honor al honor.
Publicar un comentario