Es hora de irme a la oficina, me ato los cordones. ¿Por qué están rojos? Maldita sea, me olvidé del dedo cortado y volvió a sangrar. A la hora es como si no hubiera comido, compro papas fritas. Ahora tengo sed, no tengo ganas de trabajar. El teléfono no para. ¿Por qué puse en la casilla de correos “no estoy…vuelvo el 31?” Falta un rato largo para la noche, seguro me pegan cuatro tiros en la esquina. Llego a casa, en la heladera no hay nada, excepto una planta de lechuga, un tomate y una cerveza. Abro la cerveza y después me preparo un café instantáneo, insípido y destructivo. ¡Qué malaria! Seguro que a Mr. Cluni no le pasan estas cosas…
