domingo, 1 de mayo de 2011

El maestro de checo


Que el patrón me de tres florines extra para enseñarle checo a su hijo es increíble. Más todavía que por ello deba salir dos horas antes de la tienda. Incluso me sirven café con leche con medialunas durante la clase. Yo lo haría gratis con tal de escaparme un rato antes de ese trabajo aburrido. El niño es pequeño, tiene doce años. No sabe las cosas que yo sé a mis dieciséis. Pero me divierto con él, es muy vivaz. Sus padres son muy buenos y me llevaron de vacaciones con la familia. Aunque ellos sean judíos y yo cristiano, aunque ellos tengan dinero y yo no, nada de eso le importa a don Hermann. A mis amigos no les digo que soy aprendiz de su tienda, sino que soy el maestro de checo del hijo. Claro que no soy maestro, si ni siquiera acabo la escuela. Pero cuando el director no está me pone al frente de la clase, puedo hacerlo y me gusta.
Y además, al terminar la lección nos vamos un rato de paseo y hablamos de cualquier cosa. Ellos se sienten alemanes, por eso el niño tiene problemas con la gramática checa aunque haya nacido aquí. Lástima que metí la pata con ese libro. No debí contarle a Frantik nada sobre la vida sexual de los matrimonios. Pero es que él es muy imaginativo y me preguntó sobre la belleza. Nunca nadie me había preguntado qué me parecía bello. Y dije que tener un matrimonio feliz me parecía hermoso. En realidad no sé por qué habría de serlo, pero eso decía el libro y lo repetí. Frantik se quedó mirándome sin entender demasiado, porque a él le pareció bello el pequeño estanque, con sus flores y sus peces. Eso sí, estoy seguro que ellos son una familia feliz. Por eso y porque no le falta nada, envidio un poquito a Frantík. Su padre es muy cariñoso con él y siempre bromea conmigo, nunca me regaña en el trabajo. Pero el niño no habrá entendido lo que le quise decir y seguro que les preguntó a ellos. A su madre no debe de haberle gustado lo que hablamos. Por eso creo que me dijeron que no serían más necesarias mis clases y que ya había un profesor de checo en la escuela alemana de Frantik. Igualmente don Hermann sigue siendo amable y bromea conmigo en la tienda. Pero ahora soy de nuevo un simple aprendiz. Y a mí me gustaba más pasear con Frantik. Los dos nos llamamos Franz, eso le divirtió mucho a Frantik cuando nos conocimos. Pero mi apellido es Bašík y el de él es Kafka. Ojalá tuviera yo un padre como el de él, que bromea y me da café con leche con medialunas. Franz es muy afortunado.

Basado en “Yo también me llamo Franz” de František X. Bašík
Foto: Franz Kafka a los 13 años

16 comentarios:

Cristina dijo...

¿Fue Hermann Kafka el tirano que leemos en "Carta al padre"? ¿El implacable impositor de pautas que hizo de Franz un niño solo y culposo y un adulto vencido por su padre? ¿Es el de "La condena"?
¿O fue el padre de una familia feliz, cariñoso y bromista, que estimula la autoestima de aprendiz a maestro en el otro niño Franz?
¿Quién puede rebatir las íntimas percepciones y sentimientos de Franz y Franz?
Impecable relato. Admiro tu prosa y el modo creativo y sensible de acercarnos la mirada de los otros.

Marcelo dijo...

Gracias Cristina! Hay mucha discusión sobre cual fue el verdadero carácter del padre de Kafka, si ese ogro intratable en verdad existió o sólo fue una invención literaria de su hijo. Yo me pregunto si no pueden ser posibles las dos versiones al mismo tiempo. Un tipo amable y querido por todos, y para su hijo, el que le hizo escribir páginas tan intensas como "Carta al padre"
Yo no veo contradicción en eso, uno puede ser tantas personas como cada persona que nos ve!

MaLena Ezcurra dijo...

Me gustaría tener un padre como el de Franz. quizás lo tuve pero mi memoria a veces es tan frágil.

Creo que hay muchas realidades. no sólo una. ¿ Quién puede venir a decirnos que esto no, que esto si, si nosotros queremos creer que es así?

Sigue la melanco derrapando.


M.

BLAS dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
BLAS dijo...
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Marcelo dijo...

MaLena: yo creo que todos tenemos (o debimos tener) un padre como el del Sr. K. Y que siga derrapando.
Un beso

Marcelo dijo...

Blas: lamento profundamente tener que estar en un todo de acuerdo, con lo que me gusta polemizar contigo.
Un fuerte abrazo!

Anabel Rodríguez dijo...

No conozco el libro en el que basas el relato, pero me parece muy interesante. Completamente de acuerdo sobre la cantidad de imágenes que podemos dar: ogro, persona cariñosa...
Besos

m.eugènia creus-piqué dijo...

Bonito relato de Kafka, tuve la suerte de tener un padre como Franz.Un beso chico guapo.

Marcelo dijo...

Anabel: El libro se llama "Cuando Kafka vino hacia mí..." y me llegó por importación directa. Nunca terminaré de agradecerle al importador porque aquí no se consigue (es de Acantilado) Son testimonios recogidos que hablan de un Kafka ignoto, sus versiones no están contaminadas por la postrera fama.

Marcelo dijo...

Gracias Geni! Y espero que te refieras a la versión que aquí mostré...
Un beso!

BLUEKITTY dijo...

Me encantó. Mucho.

Merche Pallarés dijo...

Tengo que volver con calma y leer éste post kafkiano y "El dragón y la princesa". Besotes, M.

SIL dijo...

Y qué te puedo decir, Marcelo ¿?
Como tantas otras veces: GRACIAS.

Beso, Poeta Imperfecto

SIL

Mariela Torres dijo...

Yo creo que para los demás los padres de otros siempre son buenos. Para uno mismo, no.

Saludos.

Anónimo dijo...

"No tengo ni idea de qué es lo que estábamos viendo en aquel milisegundo en particular cuando se tomó la fotografía", dijo la funcionaria respecto al retrato que la mostraba junto a los colaboradores más cercanos a Obama

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