miércoles, 9 de julio de 2008

Narnia


Vivimos rodeados de claves. La del banco, la de la computadora, la de la alarma, la del teléfono, la del celular, la de la tarjeta de crédito, la fiscal, la del trabajo. A veces las anotamos, pero no es recomendable, entonces intentamos memorizarlas. Total, si las olvidamos, llamamos al Servicio de Atención al Cliente.
Daniel Montero era distraído, aburrido, y con fantasías masoquistas, lo que como veremos puede ser un cóctel…cómo decirlo… ¿inolvidable?
Buscó en los clasificados del diario en el rubro 59 y encontró lo que quería “Ama lujuriosa. Domina tus sentidos hasta el final”
El lugar no le pareció muy profesional, pero él tampoco sabía nada del asunto. La Señora le dijo que no pensaba parar hasta que él le dijera la clave de seguridad, que los demás ruegos iban a ser parte del juego. Sólo ese era el límite. No hablaron de qué quería él o hasta donde llegarían. El asintió sin mucha convicción y oyéndola apenas, es que se había entretenido con la decoración del lugar. Enseguida empezaron las imprecaciones, las nalgadas, los azotes, y a él le gustó. Lo esposó y a él le gustó.
No le gustó cuando el tipo disfrazado se asomó desde otro cuarto.
Luego siguieron más insultos, pero ante el último latigazo, demasiado fuerte para su gusto quiso parar. Y ella siguió. Y él le dijo que pare. Y ella comenzó a traer unas velas. Y él se acordó lo de la clave de seguridad. Pero no podía recordar la palabra. Primero porque no prestó atención a eso, pensando que sería sobreabundante, que con decir “basta” alcanzaría. Y segundo que nunca prestaba mayor atención en nada.
Y empezaron los juguetes. Y él le imploró que lo soltase. Pero ella seguía imperturbable y peligrosa, en su papel. Cada vez que él le decía basta, ella le pegaba más fuerte. Y vino el otro tipo, y él lloraba pidiendo por favor. Y luego lo encerraron en una caja, amordazado, vendado y atado, y la parejita feliz no paró hasta quedar exhausta.
Cinco horas después lo soltaron, pero sólo porque era la hora de cerrar, y se volvió a su casa, no sin dificultad. Puso como excusa un asalto, se pegó una ducha y se acostó.
Al otro día, mientras desayunando de pie trataba de explicarse como fue que dejó que un camión con acoplado lo pasase por encima, le vino a la mente una palabrita inocente y tardía: “Narnia”
Claro, si le hubieran gustado el cine o la literatura no hubiera tenido ningún problema. Es que el arte no sólo salva almas. También salva cuerpos.

14 comentarios:

Sofía V. dijo...

tiene un tinte bastante onírico tu relato! cómo odio el tema de las claves... cada día necesitamos memorizar más de ellas, como si nosotros también fuésemos un chip!

Camille Stein dijo...

un relato magnífico, me ha encantado

de todas las claves posibles siempre hay alguna, generalmente no convencional, que salva nuestra vida...

un abrazo

begoyrafa dijo...

Yo tengo la solución y el problema a lo de las claves: utilizo la misma para todo; el día que alguien la descubra, descubrirá mi vida.
Muy buen relato Marcelo
Un abrazo
Rafa

m.eugènia creus-piqué dijo...

Exactamente igual que el anterior comentarista, siempre es la misma.

Miriam dijo...

A veces recordar la claves que manejan nuestro mundo cibernético no es tan dificil como recordar las claves que pueden ayudar en nuestra vida de relación. Esas a veces ni siquiera las conocemos y tenemos que inventarlas con mucha sabiduría para poder abrir lugares cerrados bajo siete llaves.
Excelente cuento, como de costumbre.

CarmenS dijo...

Esto es peor que quedarse sin sacar dinero del cajero porque has tenido un olvido.

Arcángel Mirón dijo...

A veces me iría a vivir a una cueva en una montaña.
Pero luego recuerdo que soy urbana y muy cómoda, así que me resigno a mis claves secretas.

Gatadeangora dijo...

¿Seguro que no se acordaba de la clave?...¿O es que en el fondo le gustó el jueguecito?...jajajaja
Besos

Susana Peiró dijo...

Un sado-relato-masoquista. Un jugador envuelto en un juego ajeno.

Finalmente un personaje ingenuo, perdido en la selva urbana.

Muy ingenioso, querido amigo!

Mi abrazo para Vos!

Anónimo dijo...

Que bueeeno!! Mientras leía me estremecía pensado...y daaale, acordate!

Bien Marce eh!

Saludetes

marichuy dijo...

Marcelo

Yo y mi masoquismo tendemos a la fresés, algo así como darle replay a recuerdos dolorosos, a amores desdichados; pero no doy para más.

Y de las claves, pues si, mas vale tener una sola para no confundirse.

Saludos

fritus dijo...

Dios mío..se necesita ser burro para gozar entre golpes, ....dónde estén las caricias, (más o menos aceleradas) pero caricias al fin.

Yo la única clave que tengo, para todo ( pin telf móvil, bancos, tarjetas , etc...) está relacionada con la fecha en la que conocí a mi pareja...así también ella la sabe ( es como dejar una copia de la llave en casa del vecino, por si te la olvidas) .

A veces pienso que esto de la vida en pareja, y más si tienes hijos, te desinidvidualiza y te convierte en la mitad de un "ente" con vida propia.

El relato es cojonudo, Marcelo...de verdad.Un abrazo

Anónimo dijo...

Muy bueno su relato!! Más allá de la desgracia de este pobre hombre...qué bueno sería tener una clave para dejar de sufrir, no? Y qué bueno sería recordarla...
Excelente también su relato de jugadores con citas memorables. A propósito...aquí le mando una que se que le va a interesar:
"La justicia militar es a la justicia lo que la música militar es a la música" (Groucho Marx). Tenía Ud. razón.

Cigarra dijo...

No me hables de claves, que mi vida es un infierno. En las que puedo decidir yo, las tengo bastante unificadas, pero hay otras que no puedo cambiar, y he tenido que acabar por apuntarlas en un archivo de word que ocupa tres páginas, tres, sin exagerar. Sólo en el trabajo tengo una para entrar en la red general si es con mi perfil personal y otra distinta si es como administradora del servicio; y otra distinta para el correo electrónico y la intranet. Pero luego hay un programa para las estadísticas, cuya clave no puedo cambiar, y otro para gestionar el catálogo, que es diferente, y que no es la misma si entro como usuaria. Y otra más para el programa de enviar y recibir archivos electrónicos. Eso solo en el trabajo. Luego tengo cuentas de correo en gmail y en yahoo, con claves de letras y números, y tarjetas de crédito (tres) con claves sólo numéricas.
Y la de cliente de Iberia, el pin y el PUK del teléfono móvil, los accesos por internet a las cuentas de los bancos, los foros de los dos coros en los que canto, las claves para poner videos en YouTube, fotos en Flickr, archivos en Divshare, entrar en Facebook, mis álbumes de Picasa, y para terminar mi acceso como Cigarra en mi blog...
Juro que no he exagerado nada y hasta creo que he olvidado algo ¿esto es o no es un mundo de locos?

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