domingo, 1 de marzo de 2009

Historias de autostop (II° parte)




- el caño
- ¿qué?
- nos olvidamos el caño
- es un caño, Cacho, busquemos otro
- no, lo hizo mi tío especialmente para la carpa porque se perdieron los parantes originales. Si vuelvo sin el caño me mata...
- Cacho, si volvemos me parece que nos matan ellos
- tengo que ir a buscar el caño
- entonces vamos…

Buscamos un cuchillo entre nuestras cosas, lo suficientemente amedrentador. No lo encontramos, había uno de nuestro amigo el Narigón (Perdón, Claudio) No estaba tan mal, pero no era precisamente el de Rambo…
El plan era el siguiente: llamábamos y Cacho/Carlos pasaba a buscar el caño. Yo me quedaba en la puerta, cuchillo en la cintura y atento. Según la situación, o bien entraba facón en mano al estilo del gaucho Martín Fierro, o bien salía corriendo a pedir auxilio (en ese momento, y ahora también, confiaba más en la velocidad de mis piernas que en mi jamás probada destreza con el cuchillo)
Llamamos a la puerta, y luego de un largo rato se abrió. Era el travesti, sorprendido y ya sin voz afeminada:

-¿¿qué hacen acá??
- nos olvidamos el caño de la carpa.
- ¿el qué…? ¿Adonde quedó?
- nos parece que en el fondo…
- a los muchachos no les va a gustar verlos de nuevo…

El/ella nos miraba de arriba abajo.

- Hagamos una cosa: vengan conmigo y no hagan ruido. Vamos por el pasillo de afuera. Pero si quedó adentro de la casa…

Cacho se fue con el único tipo normal que había allí adentro. No debe haber tardado más que un par de minutos, pero entretanto yo ensayaba la irrupción violenta y cuchillo en mano, o la fuga en busca de ayuda. El asunto es que ambos planes eran complejos, porque los alrededores de la casa también eran de terror.
Apareció mi amigo con su querido caño y nuestro providencial salvador (¿cuántas personas así nos ayudan en algún momento difícil y pasan al olvido rápidamente?)
No sabíamos en qué dirección escapar. De repente apareció un colectivo y preguntamos adonde iba. ¡Al centro!
Subimos todos nuestros bártulos. Bahía Blanca nos esperaba.

Nos alojamos en la tercera pensión que vimos. En la primera había prostitutas y delincuentes. En la segunda, borrachos. En la última no vimos a nadie porque ya era muy tarde. Nos quedamos allí, y una viejecita tan simpática como una bruja de cuento nos llevó al cuarto más húmedo que ví en mi vida.
Luego de un paseo por la industrial Bahía Blanca, nos dimos cuenta que no era lo que buscábamos.

Al otro día temprano ya estábamos en la ruta otra vez. Nos juramos que esta vez elegiríamos mejor….¿Le hacemos dedo a esos abuelitos? ¡pararon!
- No vamos muy lejos, luego nos desviamos de la ruta principal....
Desesperados por irnos de Bahía dijimos que sí. Al rato nos dejaron en el medio de la ruta. No había nada, pero nada, pero nada.
Veinte horas haciendo dedo y no nos paraba nadie. Ya le hacíamos dedo a cualquiera, incluso a las camionetas rojas…Empezó a llover otra vez y soplaba un viento terrible. Nos metimos en una parada de ómnibus con techo, de dos metros cuadrados y sin paredes. Finalmente un viejo camión se detuvo.

- Puedo llevarlos. Pero uno viaja conmigo adelante, y el otro va en la caja. Atrás está un poco asfixiante porque casi no hay aberturas. Voy hasta Tres Arroyos…¿Qué dicen?
- ¡Que sí!

Decidimos hacer la mitad del viaje y luego cambiar las posiciones. La suerte quiso que Cacho empezara atrás. El tipo lo hizo subir. La carga era inofensiva: sólo botellones de vidrio, vacíos. Cerró la puerta con trabas y unas sogas. Parecía un truco de magia. Todo el equipaje había quedado atrás. Incluso el cuchillo.
Otra vez me preocupé. Le pregunté desde afuera

- ¿Estás bien Cacho?
Un murmullo apagado me contestó

- ¡Sí Cabezón!

Me olvidé de decirles que en aquel entonces me llamaban Cabezón. Pero por favor. Ustedes, llámenme Marcelo.




-

25 comentarios:

Marcelo dijo...

La foto es de la ruta por donde anduvimos. Y el camión, como la camioneta de la entrada anterior, era bastante parecido al real.

gloria dijo...

Cabezón digo... Marcelo (perdona pero he visto que era la primera y no he podido resistirme, la primera y última vez que te llamo así, prometido), el cuchilo de Narigón, digo... Claudio, te sirvió para la seguridad de tener un plan y recuperar el caño (gracias por recordar al aliado, qué habría sido de vosotros sin él/ella), así Cacho, digo... Carlos, pudo seguir contigo la aventura más divertida que he leído en mi vida, y que espero que continúe.
Entiendo que pasarais tan poco tiempo en Bahía, pero el viaje, al menos, te sirvió no sólo un gran recuerdo, sino además unas entradas muy emocionantes.
No nos dejes sin tercera parte...
Un beso.

Hada Isol ♥ dijo...

Es mejor que te digan cabezón y no Cacho,por es de Cacho/Rita que está tan de moda,así que entiendo al pobre Cacho.
Si,como vés no podía dormir hasta no saber el desenlace de tu historia,jejeje!!!!,me gustó mucho,si que tuvieron suerte!
que tengas un buen fin de semana!!!!

begoyrafa dijo...

Pues me leí las dos entrasdas seguidas y también estoy con ganas de más historias de Cacho y C... como autoestopistas. La verdad es que hay que tener un valor descomunal para volver a por el caño. Qué contradictorios somos: no tenemos reparo en mentir a la familia acerca de nuestros peligrosos planes, pero nos jugamos la vida para salvar un recuerdo.
Un abrazo
Rafa

Nina Maguid dijo...

El caño olvidado es un clásico, como cuando vas a comprar papel higiénico y volvés con un montón de cosas inútiles y sin el papel. Tu tío lo podría haber hecho plegable. Pero ya lo hemos recuperado, a ver qué pasa en Tres Arroyos. Un beso :)

Camille Stein dijo...

yo también prefiero Marcelo al otro nombre... :)

un gran relato... me recordó la kickwriting de Jack Kerouac

un abrazo

m.eugènia creus-piqué dijo...

Pues vaya aventurilla la vuestra, menos mal que todo terminó bien.Besos.

Arcángel Mirón dijo...

¿Leíste a Enrique Medina? ¿Las tumbas, Perros de la noche, etc?

marichuy dijo...

Marcelo

Y ¿ya se terminó? Yo me esperaba una tercera parte.

Saludos

Anónimo dijo...

Jajajaja. Me ha encantado, Marcelo. Iba ya pensando a medio relato que me gustaba mucho el juego de los nombres... y fíjate qué buen y redondo final.

Un beso, M.

Ana dijo...

Joooooo...!! Big head!!
Me entusiasman estas historias...¡Quiera Dios que hayáis viajado mucho!

La importancia de las pequeñas cosas nunca fue tan evidente como en tu relato...Vaya tela con el caño...¡¡Ni que fuera de oro, no te digo!! A precio de vida.

Venga vamos a otra ruta!!

Merche Pallarés dijo...

Ja,ja,ja. ¡Me he reido de buena gana! Eso sí que es ¡una aventura! con cuchillo y todo... Nosotras, no, todos nos prevenían de los "peligros" que no tuvimos ninguno... A nuestra aventura, debo admitir, y admito, nos faltó esa carga de adrenalina del miedo... de un GRAN peligro que nunca llegó... ¡Gracias a los dioses! Pero... me hubiese gustado, no creas... Besotes, M.

Antón de Muros dijo...

"Las tribulaciones de Marcelo en viaje hacia el sur" debe continuar.
No es justo quedarnos con ese sabor a incompletitud.

Un abrazo a "BH" (iniciales extraídas del comentario de Ana) ;-) ;-)

Antón.

Martine dijo...

Por lo que conocemos de tí en fotos de tu Blog, el Big Head no va contigo, exceptuando claro está que hablemos del interior de la misma que la tienes muy bien amueblada, como decimos aqui...

Un beso, Marcelo... a por más aventuras!

Martine dijo...

Ay! Surf rider....!!! Me encanta!!

Isabel Estercita Lew dijo...

Me quedo más tranquila con el final, Cabezón, digo Macelo.
Beijinhos

CarmenS dijo...

Parece que la aventura no terminó mal. Por lo menos este tramo del camino.

Marcelo dijo...

Qué hago? a partir de aquí el autostop se diluye porque nos cansamos y continuamos en ómnibus. Pero aún falta Mar del Plata, Cacho adentro del camión (lo rescato o lo dejo por siempre allí?)
Nos quedamos sin dinero y fuimos al casino, buscamos a alguien muy importante...Y la carpa, jamás la abrimos.

Nina Maguid dijo...

Yo voto por que sigas. A Cacho dejalo en el camión y rescatá a Carlos. El alguien importante que sea con nombre, si se puede, o al menos con descripción de la importancia. Y el caño, ¿después de arriesgar la vida por él no lo usaron? Te das cuenta de que aquí falta atar hilos, ponete a escribir.
Beso.

Anónimo dijo...

Marcelo: esta perdonado, ud. sabe que tiene bandera verde con Dios! y seguí hasta Río!!Un abrazo

esteban lob dijo...

Ahora entiendo, Marcelo, por qué eres de Vélez...y no de Olimpo.¡¡¡

Marcelo dijo...

jajajajaja! Gracias Nina! Y sí debo rescatarlo a carlos (perdón por el involuntario juego de palabras) porque luego se va a casar y tener dos hijos, y no podría hacer toda su vida encerrado en el camión!

Claudito! Te acordás del cuchillo que digo? Nos lo prestaste y me parece que nunca más lo devolviste. Me parece que incluso está en la casa de mi vieja...
Un abrazo

Esteban: en aquel entonces yo creo que ni sabía de la existencia de Olimpo, que se caracterizaba más por el basquet, y creo que el ciclismo!
Un abrazo

Marcelo dijo...

perdón Claudio: lo "devolvimos"

Camino del sur Pilar Obreque B dijo...

¡Que aventura!, un poco la imagino y otro poco hago recuerdos pues hicimos el recorrido años atras de regreso de Buenos Aires por Bahìa Blanca. hay tramos en donde no se ve un alma, y la ciudad habla de un pasado grandioso. Me alegra que sobrevivieras para contarlo.

Cariños

Anónimo dijo...

Sabes contar muy, pero que muy bien las historias...Y también está claro que toda aventura comporta un riesgo.

Bitacoras.com