lunes, 19 de mayo de 2008

Historias de San Telmo: una carrera fugaz


Mientras deambulaba el domingo por San Telmo, me tropecé con el Bar Dorrego, y recordé que hace unos cuantos años, esperaba a una novia justamente en la ventana de la foto. No era domingo sino sábado por la mañana, con lo cual la zona estaba bastante despejada. Mientras leía el diario, del lado de afuera ví a dos tipos que hablaban entre sí y me miraban. Uno era más veterano y parecía el jefe. Al cabo de unos minutos de cabildeos, se me acercó el otro, y me explicó que el señor que esperaba afuera era un fotógrafo canadiense, que le gustó la imagen mía leyendo el diario sobre la ventana del bar, y quería saber si yo tenía algún problema si tomaba algunas fotos. Le dije que no y empezó el asunto. Colocaron el trípode, primero desde la calle, y detrás del vidrio veía cómo el profesional le iba marcando al asistente las coordenadas de rigor. Luego empezó a menear la cabeza y al rato el asistente que vuelve a entrar. Entonces llamó al mozo, mientras me decía que el toque autóctono completo lo encontraría con él junto a mí, sirviéndome una taza de café, lo que el hombre aceptó sin problemas.
Yo a esta altura estaba algo inquieto, porque no había podido leer el diario, se me hacía tarde y la cita no era en ese bar. Pero soy un hombre de palabra y continué la faena.
Luego de sacar algunas fotos, el artista y su ayudante entraron al salón, le pidieron permiso al dueño, y comenzaron a colocar luces que parecían los reflectores de los Rolling Stones, y otra vez la misma operación: yo leyendo el diario, el mozo sirviéndome distraídamente un café, y el fotógrafo disparando, desde adentro.
Un rato más tarde terminó el asunto, y recién ahí me saludó el profesional, que según el asistente tenía cierto renombre. Contento con la tarea cumplida le pregunté donde saldrían las benditas fotos, si me podrían enviar unas copias y todo ese tipo de cosas, a lo que el asistente me dijo que sí, que me llegarían por correo junto con la revista donde salieran publicadas, porque el profesional era “free lance”
Lo único que necesitaban era que les firmara una conformidad con la publicación, lo que hice de inmediato y gustosamente. Acto seguido llamaron al mozo y siguieron la misma rutina burocrática, pero hete aquí que el hombre desconfió y se negó a suscribir el permiso.
Primero fue el asistente, luego el gringo en su medio castellano, también el dueño del bar e incluso yo tratamos de convencer al tozudo trabajador, en mi caso con técnicas que cruzaron la frontera de la agresión, ya que mientras él decía que no firmaba nada si no entendía bien de qué se trataba, yo le respondía que en ese caso no firmaría nada jamás porque era un burro. Pasó otro rato y el hombre seguía en sus trece. El problemita es que aparecía en TODAS las fotos que tomó el canadiense, quien además se puso de pésimo humor y decidió que la sesión terminaba allí y que nada sería publicado.
En el enojo se olvidó de tomar mi dirección, las fotos nunca las vi, mi carrera de modelo fotográfico murió antes de nacer y mi querido mozo siguió trabajando unos cuantos años más en el bar, por lo cual dejé de frecuentarlo para no recordar el momento con cada café que me sirviera.
Recordando la alianza en su anular, me pregunto por qué no aplicó sus principios antes de casarse…

8 comentarios:

siloam dijo...

vaya peripecia, oh, recordé éto :
"De chiquilín te miraba de afuera
como a esas cosas que nunca se alcanzan
La ñata contra el vidrio
en un azul de frío,
que solo fue después viviendo
igual al mío
Como una escuela de todas las cosas,
ya de muchacho me diste entre asombros
el cigarrillo,
la fe en mis sueños
y una esperanza de amor..."
eso gracias a calamaro, aunque ya se q es de ante.
(por suerte heredamos la casa, se quedará en familia- a no ser una catástrofe- , mis hermanos viven fuera, pero es igual, un primo, un familiar, a disposición de tod@s...el caso es no pasar ese trago q tu dices de la peli)
abrazos.

Anónimo dijo...

Seguramente en el bar de Cándido, esas cosas no ocurrian, el viejo hubiera firmado y ni hablar de Huguito!!!.De paso como se llamaba, el bar donde desayunabamos con Legui?

angela dijo...

Marcelo, no me parece extraño que hayan querido hacer las fotos, el lugar parece muy bonito lo peor es que no tengas tú inmortalizado parte de la historia... aunque fuíste protagonista.Un saludo de Angela

Marcelo dijo...

Siloam: ese tangazo se llama "Cafetín de Buenos Aires" y es de Discépolo y Mariano Mores, y la versión más famosa fue cantada por Edmundo Rivero. Y sí, durante el tiempo que estuve enojado con el mozo, apoyaba la ñata (nariz) contra el vidrio... Por otra parte, es muy bueno que hayan podido conservar la casa familiar!
Abrazos

Claudio: Por supuesto que Cándido hubiera firmado sin chistar. Vos te referís al bar de Montiel y Alberdi? No me acuerdo el nombre, pero pasamos el otro día y ahora hay una parrilla.

Angela: Como me quedé sin la foto, pensé que sería una buena idea que quedara aquí el relato...
Un saludo!

fritus dijo...

Hombre...inmortalizado para la posteridad..... Bueno, como Bogey y la Bergman siempre nos quedará (París) el blog para que tu jeta trascienda espacio y tiempo.

Me ha encantado el chiste de la alianza en el dedo, muy bien encontrado...

Un abrazo

Marcelo dijo...

Gracias Fritus! Todos debiéramos revisar bien lo que firmamos...
Un abrazo

Anónimo dijo...

Finalmente su carrera hacia el estrellato se vió truncada por un mozo porfiado.....no hay derecho!! (Y encima seguro que el café estaba frío)

Marcelo dijo...

El cafe staba frío porque iba y venía. Al final no sé si me lo tomé, y efectivamente terminé estrellado!

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